De inmediato supe que no se trataba los tipos de Domenico, los mismos que aparecieron en mi casa de trabajo. Los mismos que arruinaron los planes que tenía para Teana. Descarté la posibilidad de que fuesen ellos, ya que no se atreverían si quiera a buscarme individualmente, pues era evidente que no ganarían y terminarían igual a cómo los dejé en aquella casa.

Por más que me enorgulleciera de mi capacidad auditiva, era obvio que no podría saber quien se encontraba afuera con tan solo escuchar. Además la curiosidad puso casa en mi y me estaba torturando la idea de querer ver el rostro del posible atacante. Era hora de salir y enfrentar a quien sea que tuviera las pelotas de apetecerse por aquí.

Solo.

Antes de alejarme un relámpago pasó por mi mente, recordándome a quien estaba detrás de mí y que obviamente no podía llevar conmigo. Cerré mis párpados apretándolos levemente y maldiciéndome por los estúpidos caprichos de adolescente que tenía, porque esa era la verdad, si no fuera por mis insistencias ella no estaría aquí y no sería un problema para mi.

Arregla esto, Styles.

Observé a la peli negra y llevé mi dedo índice hasta rozar el borde de mis labios, pidiéndole silencio. Le susurré un "Quédate aquí", lo más bajo que pude, al recibir un asentimiento de cabeza en respuesta, sentí un poco de tranquilidad y salí de la habitación, en busca de la acción.

Caminé hasta la entrada de la cabaña siguiendo el camino de maderas oscuras, colocándome entre el umbral de la puerta principal y el marco de la ventana. Con absoluta precaución, me incliné ladeando mi cabeza y con el arma en mi mano derecha, aparté unos centímetros la espesa cortina que se arrastraba a causa de su gran longitud, debía poder ver a través del cristal.

Alcancé a percibir el desplazamiento de un cuerpo masculino subiendo las escaleras del porche de entrada, más no pude dar con su rostro por la velocidad en la que se movía. Tampoco podía asegurar que el sujeto venía desarmado, ya que yo estaba escondido y no debía delatar mi ubicación por una mala maniobra. Sus pasos se avecinaron y mis sentidos reaccionaron de inmediato al sentir la madera de entrada crujir, no podía dejar que intentara ingresar y si lo intentaba, debía sorprenderlo en el intento.

Era ahora.

Con agilidad, mudé mis pasos hasta el acceso de la morada, no perdí el tiempo y tomando el frío picaporte metálico, abrí la puerta con brusquedad, apuntando mi pistola directamente hacia el extraño, quien aparentemente venía desarmado, dio un salto de sorpresa en su lugar y alzó amas manos en forma de defensa, cesó su paso quedando completamente pasmado por el estupor del último segundo.

El reloj parecía acelerar el paso del tiempo con maldad, el momento pasaba con la velocidad de un felino corriendo tras su presa, estaba listo, estaba listo para disparar y lo iba a hacer si era necesario, mi mano no flaquearía y lo sabía con certeza, pero mi dedo índice tomó el control y se alejó del gatillo. El gato había dejado de correr al instante que logré visualizar y reconocer la cara ajena que tenía en frente.

—Baja eso, imbécil— exigió, relajando los músculos mientras sus brazos caían al costado de su anatomía.

Bajé el arma, sintiendo como mis hombros se ablandaban al no tener que lidiar con el peso del objeto cargado.

—¿Qué mierda, Leo?— ladré en su cara.

Podría haberlo matado al infeliz.

hush | h.s.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon