tres

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III. Propuesta.

Suspiré profundo, tratando de que todos mis miedos y preocupaciones salieran junto al dióxido de carbono que exhalé, aunque en el fondo sabía que no lograría absolutamente nada. Me quedé parada frente a la madera de tonalidades oscuras, apreciando el picaporte de acero.

No quería saber lo que me esperaba del otro lado de esa puerta, me atemorizaba el pensar que el señor Styles, me estuviese esperando con una carpeta en sus manos que contuviera un listado de personas, a las que de seguro les darían de baja. Lo que más me preocupaba en este momento, era que entre esos renglones, hallara mi nombre.

Mis manos sudaban y mi corazón amenazaba con salir disparado del pecho a medida que las pulsaciones aumentaban.

Cerré los ojos tratando de calmarme y por fin alcé mi mano temblorosa dando pequeños golpes en la puerta, tres para ser exacta. Al abrir mis ojos y toparme nuevamente con la madera, di un paso retrocediendo, esperando que me autorizara la entrada a su despacho.

Sabía que mi intuición quería decirme algo, pero no lograba descifrarlo del todo. Era como que tenía que alejarme, huir de ahí. Ese hombre, de alguna forma hacía que me sintiera intimidada y en inferioridad de condiciones, sólo con fijar su cruda mirada en mí.

—¡Adelante!— escuché su voz medianamente ronca que provenía del interior de la habitación, era hora y yo no estaba preparada para afrontarlo.

Sequé las palmas de mis manos en mi falda y armándome del valor que necesitaba giré la perilla metálica abriéndola. A medida que la puerta se movía permitiendo mi vista, lo visualicé casi al fondo de la habitación, sentado detrás de su gran escritorio de madera, reposando sus codos en este mientras tenía sus palmas juntas entrelazando sus dedos.

Decidí entrar en la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. A medida que avancé mis pasos, sólo cruzamos miradas por unas milésimas de segundos, ya que no pude mantener el contacto visual.

—Por favor, toma asiento.— habló nuevamente, señalando con su palma, la silla que se encontraba frente a él. No dudé en seguir su consejo, no me vendría mal ya que sentía como mis rodillas temblaban.

Quise dar una rápida mirada a los ventanales que brindaban una increíble vista desde la altura a la cual nos encontrábamos o también a las esculturas que adornaban su lugar de trabajo, ya que nunca había visto unas parecidas a esas, pero aún así no me lo permití. Me encontraba caminando en la cuerda floja, viendo como mi trabajo dependía de un hilo y eso me importaba mucho más.

—De acuerdo, señorita Nichols... — su voz, logró captar toda mi atención, pudiendo observar sus movimientos. Pasó su dedo índice por la comisura de sus labios, frotando la piel de la zona y luego prosiguió —...Temo que no hemos empezado de la mejor manera...— ¡Oh, créame que lo sé! — Y esa es la razón por la cuál estás aquí. Estás al tanto de ello. ¿Verdad?— entonaba cada una de las palabras que salían de su boca pausadamente.

—Lo estoy.— asentí cabizbaja. Percibí como se dejaba caer en el respaldo de su cómoda silla, la cual rechinó levemente ante su acción.

—Fui informado, sobre tu puesto de trabajo y también sé que tú incorporación aquí es reciente... — tomó una carpeta, fingiendo leer el contenido, mientras seguía torturando mi estado mental.— ¿Recursos Humanos?— asentí por inercia, esperando que dejara de darle vueltas al asunto, seguramente era notable mi expresión de sufrimiento pero parecía no darle  la mínima importancia.

Su tono de voz era calmado, despreocupado, aunque su ceño estaba medianamente fruncido formando una pequeña línea en su entrecejo, creando una combinación extraña. Un silencio prolongado se apoderó de la situación y se sentía como una verdadera tortura.

hush | h.s.Where stories live. Discover now