dieciseis

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XVI. Dilo.


El reloj marcaba la una de la mañana con trece minutos de más, el ambiente era tenso, y yo estaba intranquila; Por más que tenía una habitación para disfrutarla en soledad. No podía siquiera pensar en recostarme y tratar de conciliar el sueño, porque la incertidumbre me golpeaba la cabeza incansables veces, dejándome con dudas que me estaban atormentando con frecuencia.

Admito que contaba con un gran agotamiento corporal y mental, ya que hoy fue un largo día, pero aún así, me encontraba sentada a los pies de la cama, golpeteando con desespero mi talón contra el piso de baldosas oscuras, apoyando mi peso sobre las rodillas. La lámpara del cuarto estaba encendida a mi espalda, creando así una tenue sombra de mí misma en el suelo. Podía percibir mi mal estado en ella, aún siendo una sombra, se veía fatal.

La voz de Harry llagaba a mis oídos como un zumbido lejano y molesto, mi puerta estaba cerrada influyendo con las ondas sonoras y él seguramente seguía en el sofá del pequeño living, con papeles en mano y ese maletín que había protegido desde un principio y que yo no sabía que contenía. Llevaba casi media hora hablando por teléfono con quien sabe, y mentiría si dijera que no traté de agudizar mis tímpanos apoyando mi oreja en la madera fría de la puerta, para rescatar algo de información.

Fue en vano porque estaba hablando en italiano y yo no entendía ni una sola frase.

Su voz se acalló por un instante, y creí que por fin había terminado la llamada. Ladeé mi cabeza, observando la puerta, como si pudiese ver a través de ella, esperando un murmullo de parte del castaño.

Nada.

Enderecé mi espalda y recargué mi peso en mis manos a los costados de mis piernas, enfocando mi vista en mis pies descalzos, hundiéndome en pensamientos. Junté mis párpados y tiré mi cabeza hacia atrás, dándole movilidad a mi cuello.

Quería estar en casa.

Tres toques del otro lado de la puerta hicieron que abriera los ojos y mirara en su dirección proveniente de inmediato. Pero no acudí al llamado, quedándome en completo silencio.

Esperando.

—Teana— llamó mi nombre. Su voz salió raspando sus cuerdas vocales junto con una leve exhalación de oxígeno, volviéndose un tanto ronca y cansada. Fruncí el ceño, sin responder o hacer cualquier tipo de movimiento que me delatara, ya que no quería someterme a una conversación, en la cual terminaría sintiendo pura ansiedad —Se que estás despierta— habló a los segundos de no obtener respuesta.

Solté un suspiro nasal y negué formando una sonrisa lateral de resignación.

—¿Qué quieres?— hablé alzando la voz, procurando que mi tono fuera audible desde afuera.

—¿Puedo entrar?— murmuró.

Considere su petición por unos segundos, por razones obvias, ya que no confiaba del todo en él, pero aún así terminé por levantarme de mi lugar y caminar hasta la entrada arrastrando los pies a cada paso, abrí la puerta y para encontrarme con Harry, que estaba recargado en el marco de la puerta.

Dejó de mirar sus pies y elevó su mentón buscando un contacto visual, dejándome así ver la transparencia de sus ojos ante la escasez de iluminación. Su pelo lucía esponjoso y despeinado debido a la humedad del reciente baño. Metió la mano en su bolsillo y sacó mi teléfono, para luego extendérmelo.

—Dale las buenas noches— habló disgustado y miró el móvil en su palma haciendo una mueca para que lo tomase —Llamó tres veces.

hush | h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora