veintiuno

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XXI. Habitación.

—Quiero entender— insistí para que me diera tan sólo un poco de información, sobre lo que estaba ocurriendo, pero Harry permanecía cual tumba cerrada.

—No deberías meterte en estos asuntos— probablemente era una advertencia, pero sabía que en algún momento tendría que decirme las cosas y que mejor que hacerlo ahora.

—Pues estoy aquí a causa de ellos— reclamé, era totalmente cierto.

—Y podrías desaparecer por éstos mismos, Teana— sus cuerdas vocales vibraron emitiendo un tono de voz ronco y cansado, dando a entender que no quería seguir hablando del tema.

Su seriedad y sus palabras eran una mala combinación, pues lograban intimidarme en todo momento. Tal vez había insistido demasiado y la hora de callar se acercaba, bajé la mirada sumergiéndome en cientas especulaciones.

No quería irritarlo de más, pues él podría perder el control nuevamente y desquitarse de la peor manera. Decidí sellar mis labios hasta que él pidiera que entonara alguna palabra.

Estaba siendo manipulada por el ojiverde y odiaba el hecho de no poder dar objeción.

Mi garganta se había secado, dificultándome la tarea de tragar. La idea de que estaba haciendo las cosas mal y que era cuestión de tiempo para dejar de respirar, no salía de mi plano mental, haciendo que mi terror ascendiera, quería salir corriendo sin importar lo demás.

El silencio se convertía en un gran suplicio que no soportaba, sin embargo me atemorizaba romperlo. Relamí mis labios, buscando el humectante que me faltaba y algo más en que poner mi atención.

Harry exhaló pesadamente, atrayendo con velocidad mis ojos hacia su figura, sólo ahí noté que su mirada estaba clavada en mí.

Se levantó de la cama, y ha paso lento acercó su presencia, mi respiración falló por un momento al tenerlo tan cerca, más no me alejé por miedo a que le molestara. Quedando a un metro y medio de distancia y con un contacto visual que no se cortaba, habló nuevamente.

—Se lo que estás pensando— pausó por unos cortos segundos mientras su vista se dispuso a recorrerme, percibiendo la ridícula ropa que vestía. Sus pupilas encontraron las mías y prosiguió —Déjame decirte que no lo cavé para ti.

El peso que sentía en mis hombros disminuyó y mi respiración comenzó a regularse por sí sola. Por más que no me permitía bajar la guardia, eso había sido una dulce melodía para mis oídos que me dejaba más tranquila.

Un destello de esperanza acariciaba mi corazón, mientras que mis músculos fatigados se relajaban sin prisa. Miré hacia la ventana y sentí la necesidad de cerrar mis ojos por un instante que duró solo dos segundos, al volver a mirar a través del cristal, exhalé el aire que ni siquiera sabía que estaba reteniendo entre mis pulmones.

—Veo que eso te alivia— señaló al presenciar el regreso de mi calma.

—Creí que moriría— solté sin gracia sin querer despegar mis ojos de la magnífica vegetación que se encontraba afuera, más me obligué a hacerlo al escuchar un carraspeo proveniente de la garganta del ojiverde.

Proyecté la mirada en la suya, comparando inconscientemente el verde de sus ojos con los colores cetrinos contrastados en un día nublado. No encontraba la diferencia entre la mezcla de tonalidades, más sus ojos me parecían aún más fascinantes teniendo en cuenta la pobre comparación.

—Si te quisiera muerta, ya lo estarías— replicó.

El castaño parecía estar dolido por mi capacidad imaginativa, por creer que con él no estaba segura o que hasta sería capaz de quitarme la vida.

hush | h.s.Where stories live. Discover now