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Entré en el departamento de recursos humanos y cogí el expediente de Marinette

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Entré en el departamento de recursos humanos y cogí el expediente de Marinette. Su currículum era impecable. Había obtenido el grado de ADE en la universidad de Pittsburgh, un máster en marketing en Carnegie Mellon y a continuación había llevado varias campañas publicitarias importantes —Ralph Lauren, Versace, Microsoft, Google—. Antes de trabajar en Agreste Industries, había dirigido proyectos en Cole & Hillman Associates, en Pittsburgh, que era la empresa de publicidad más conocida de la Costa Este.

«¿Por qué lo ha dejado para venir aquí? El puesto que ocupa ahora es sensiblemente inferior... Seguramente solo gana la mitad de lo que acostumbraba...».

Subí hasta el piso donde estaba mi despacho. Suspiré... A pesar de que su fecha de nacimiento aparecía en su expediente, no podía creerme que estuviera a punto de cumplir cuarenta años. No los aparentaba. En absoluto.

No era que me importara; en realidad, me parecía gracioso que ella pensara que la edad era un problema.

—¿Señor Agreste? —La secretaria levantó la cabeza cuando pasé junto a su escritorio—. Han traído esta nota para usted...

«Adrien:

Estoy segura de que te has dado cuenta de que hoy no he asistido a la reunión del consejo, y lamento no habértelo dicho antes. Me marcho a París durante un tiempo para planear la boda de mi mejor amiga, Jo. ¿La recuerdas? Es la que te dijo que nosotros dos haríamos una pareja fabulosa el año pasado, en aquel baile benéfico. :-)

De todas formas, si debo dejar mi puesto en el consejo para que tengamos una oportunidad, no me importa nada considerarlo.

Pensaré en ti mientras estoy fuera.

Espero que tú también pienses en mí.

Vanessa».

No era consciente de que Vanessa no había estado presente en la reunión, y estaba convencido de que no existía ninguna posibilidad de que llegáramos a ser pareja. Había perdido ya la cuenta de todas las veces que le había dicho que solo la veía como a una amiga y nada más.

Cuando abrí la puerta del despacho, encendí la luz. Lancé la americana sobre el respaldo del sofá y me tendí en él, dispuesto a echar una siesta, pero vi a mi exnovia sentada en el escritorio.

—¿Lila? —me senté—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?

«Pensaba que te había prohibido el acceso...? ».

—Quería hablar contigo.

—¿Sobre qué?

—De nosotros y...

—No existe un «nosotros». Hace más de un año que no estamos juntos.

—Por favor, escúchame... —Me indicó que me sentara frente al escritorio.

𝙈𝙤𝙣 𝙋𝙖𝙩𝙧𝙤𝙣 | 𝘼𝘿𝘼𝙋𝙏𝙀𝘿+16 | 𝘼𝘿𝙍𝙄𝙉𝙀𝙏𝙏𝙀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora