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Sinceramente, estaba siendo uno de esos días en los que sentía que había desperdiciado los mejores años de mi vida

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Sinceramente, estaba siendo uno de esos días en los que sentía que había desperdiciado los mejores años de mi vida. Me había pasado la mañana viendo el canal Lifetime, mirando álbumes de fotos antiguas y hablando con otra de mis amigas en San Francisco, Helen, a quien habían nominado a «Abogado del año». Me había explicado cómo iba a ser la ceremonia en Las Vegas, que los premios los entregaría una celebridad y que se moría de ganas de utilizar la piscina que había en la terraza del hotel. Todos los nominados podían disfrutar del trato de un hotel de cinco estrellas, que incluía disponer de una suite en el ático.

Aunque estaba feliz por ella, también estaba celosa. Helen tenía treinta y nueve años, pero, a diferencia de mí, parecía totalmente satisfecha con su manera de vivir: poseía su propio bufete de abogados, viajaba todos los meses a un lugar nuevo y excitante y las historias que me contaba sobre sus encuentros sexuales hacían que deseara haber experimentado más con el sexo antes de atarme a Félix.

De hecho, siempre que programaba una noche de chicas con Helen y Alya, ella nos abrumaba con comentarios picantes sobre el nuevo amante del momento. Al principio, pensaba que solo era para presumir; después de un tiempo me di cuenta de que me estaba haciendo un favor: me obligaba a ver lo patética que era mi inexistente vida sexual, tratando de ayudarme a entrar en sintonía con algo llamado «mi diosa interior». Pero, dado que yo me negaba a salir, ese trabajo se lo confiaba a un amiguito secreto: era eficaz y fácil de usar, y no tenía que preocuparme por que me engañara.

Cuando puse fin a la conversación con Helen, decidí ponerme a trabajar; revisé algunas de las últimas presentaciones de mis subordinados y las ideas publicitarias que se les habían ocurrido. Cerré la carpeta en cuanto leí tres, y me tomé un descanso.

«Para superar esto voy a necesitar una copa de vino...», pensé.

Me acerqué al supermercado y fui a la sección de prensa, con la idea de comprar algunas revistas y mostrarle a esa gente la diferencia que hay entre los buenos y los malos anuncios.

Elegí InStyle, Vogue y Us Weekly, aunque me detuve cuando leí una que ponía «Edición para divorciados» en la portada. La cogí y eché un vistazo a las páginas, negando con la cabeza ante los estúpidos consejos que daba ante lo que llamaba «experimentos para divorciados»:

«Perdonar y pasar página: esa es la parte fácil» o «Reservar un tiempo para llorar en privado» o «Viajar en solitario y ver mundo en cuanto se seque la tinta en los papeles». «Cualquier mujer engañada dice que su autoestima no se ha sentido afectada por todas las mentiras...».

Dejé de leer el artículo «Cómo mantuve intacta mi autoestima después del divorcio» y fui hacia el pasillo de las especias.

«Pimienta, laurel, perejil, páprika...». ¿Páprika? Era la favorita de Félix.

𝙈𝙤𝙣 𝙋𝙖𝙩𝙧𝙤𝙣 | 𝘼𝘿𝘼𝙋𝙏𝙀𝘿+16 | 𝘼𝘿𝙍𝙄𝙉𝙀𝙏𝙏𝙀Where stories live. Discover now