— Uno a veces se enamora y gana; otras se enamora y pierde. Pero ambos extremos demandan que por el amor se luche.

— Creo que debería luchar –dice a sí mismo por causa de escucharme–. Yo nunca he tenido reglas. Cuando conocí a Carina me dije que podría tenerlas. Que por ella valía la pena...y resulta que he ido detrás de una chica que no soporta ni el roce de mis labios. Antes ya se estaba negando. Piensa en otro mientras está conmigo y yo le sigo el juego ni bien sé por qué –intenta comprenderse–. Quizá a estas alturas es por probarme que aún puedo conquistarla...arrancarle o hacerle olvidar cada beso de Calen. Mintiéndome. Diciéndome que porque la vi primero me pertenece y recordándome cuán infantil suena eso.

Cuando la suavidad de su tono acaba, Beck gira para verme.

— Es todo un dilema ¿no es así?

— Lo lamento...pero lo cierto es que solo por un verdadero amor es que alguien podría rechazarte. Beck Becker tu eres maravilloso y tu ego no es ni menos de lo que eres.

— ¿Crees que soy maravilloso?

— ¡Por supuesto! –asevero– Llevo tres años siendo tu fan; gritando por tus victorias, enojándome con los que se alegran de tus derrotas, haciéndote pancartas, dándote likes hasta si subes fotos de un lunar tuyo, ¡y tenía un pez con llamado BeBecker!

Para entonces le saco una sonrisa y me detengo a tomar aire.

— Además –pongo cara de que voy a bromear–, todo no puede ser felicidad... tú ¿te imaginas cuántos se habrán follado a sus chicas mientras ellas piensan en ti?! ¡Muchos! –rio.

— Puede ser...

Pestañeo a causa de su excesiva mirada sobre mí.

— Gracias. No diste respuesta a mi problema pero me has levantado el ánimo...el ego también.

— Pues por mi parte ya ni pienso en la sutura –sonrío para igualarlo.

— Creo que al volver a Italo deberíamos ensayar ¿no eres mi compañera para le Demo Dance? –recuerda.

— Sí, lo soy –confirmo–. Creía que me ignorabas

— No qué va...lo había olvidado por completo.

— No hay problema.

— ¿Lanzamos una?

Antes su propuesta bajo la vista a su mano que sostiene una piedrecilla. Claro que lo hacemos, e incluso me enseña a alcanzar mayor velocidad. Porque una piedrecilla se convierte en muchas más. Hasta que la sutura vuelve a doler y me detengo para verlo lanzar.

— Puedo acompañarte si quieres

— No descuida, hay guardias...

— Bien.

— Adiós Beck.

— Adiós Amelia.

***

La clausura de la visita a Varsovia se celebra junto con el fin de año. En un complejo amplísimo ubicado cerca del Parque Lazienki. Razón por la cual, se ven por fuera gran cantidad de patos que van y vuelven del lago, gran cantidad de enamorados se fugan a las doce para lanzar monedas a las fuentes del parque y los niños los persiguen para hacerlo ellos también. Porque la fiesta no es exclusiva de la Universidad Italo, sino que los huérfanos y los recientes de la comunidad La Olaria D'Varsa vienen también al festejo.

Mis amigas y yo optamos por vestidos de mangas largas que rozan los tobillos para mitigar el frío. Los chicos con sus esmóquines de diferentes colores hacen dupla al vestuario de su pareja de noche pero conmigo nadie combina, porque voy sola. Y así, aislada del salón estoy en el balcón que me deja ver de lejos el lago y las estrellas, cuando me hablan a un lado.

— ¿Cómo está la sutura?

Emito una carcajada breve al mirar a Beck.

— Bastante bien.

— ¿Todo bien?

— Sí, sí... ¿Tú?

— Bien también. Vine a acabarme una de estas –exhibe su copa.

— ¿Y Carson?

— Creo que fue al baño. Amelia...

— Dime

— Creo que voy a dejarla

— ¡Qué! –mis manos se alejan del balcón para a erguirme.

— Sí. Ayer mientras hablaba contigo, no culpes a mí ego por favor –advierte sonriente– pero me di cuenta que soy maravilloso y no tengo que rogarle a ninguna mujer. Que si no estoy hecho para vivir esos amores románticos, igual seguiré siendo maravilloso.

— Así es –concuerdo– pero seguro que sí pasará. Tendrás ese amor...solo que tal vez este no es el tiempo. Es lo que creo.

Beck, aunque no tengo copa, eleva la suya como si bridáramos y se da el trago de la suya.

— ¿Cuándo lo harás?

— Después de venir de casa. No quiero que sea algo abrupto.

— Entiendo.

Sucede que en Italo el día primero es festivo y no es hasta el dos que nos vamos a la casa por tres días para compartir en familia. De modo que ir y venir de Varsovia, la fiesta de neón el día primero, irnos a casa y volver, son demasiados cambios. El día cinco reanudamos el curso con el segundo semestre escolar. Por tanto; ese tiempo es el mejor para que hablen con calma y puedan perdonarse por no haber dado rienda a su amor.

Beck y yo quedamos viendo el idílico paisaje de esta noche en Varsovia hasta que su invitación me toma por sorpresa.

— ¿Bailamos?

— Eh...pues –dudo.

— Soy yo ¿o no tienes pareja? Has venido sola y eres la amiga de mi novia actual, entonces no hay problema en que bailemos. Además, a saber Carina en dónde estará

— Vale pues.

Beck me lleva de su mano para adentrarnos en el salón. Me da una vuelta para posicionarnos y marcamos un fino vals hasta el final. Para ese momento nos dirigimos a la mesa donde ya se encuentra Carson. Bebiendo vodka. Según yo está toda tensa y alterada.

— Carson –le saludo al sentarme.

— West, Beck. Se veían muy lindos bailando.

— Gracias.

Beck agradece con besarle la mejilla e instantáneamente arruga el ceño.

— ¿A que huele? –comenta desde su asiento.

De modo que aspiro y como él distingo el olor a menta.

— A los caramelos de Calen –se responde él mismo.

Ninguno aporta algo más. En toda la velada Carson no vuelve a hablar.

Para cuando arribamos el avión, Carson me dice que irá con Beck a la zona VIP. En consecuencia, me toca un compañero de viaje que no conozco y me entra el sueño en todo el trayecto. Horas después en Italo cada estudiante se ha acoplado a la normalidad que Varsovia desplazó.

Sociedad Italina (Completa) ✓©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora