20-Carson

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¿Alana en Italo?

Buenos deseos para West y callarme yo.





El torbellino de culpas se apodera de mí otra vez cuando caigo en la cama.

Suspiro con pesadez, aunque por lo bajo, pues la inocente japonesa duerme y la buena de West no ha llegado. Por supuesto la mala soy yo. La que está despierta a causa de mis pésimas elecciones; esas que se amontonan como vidrios rotos sobre mi almohada. Cierro mis ojos, los vuelvo a abrir para llorar, a ver si algo sale de ahí que me pueda liberar. No lo consigo y me digo que esperaré a West para contarle la verdad.

Quizá la pierda como amiga pero mi conciencia estará limpia.

De modo que veo al techo por horas en que la teñida no se aparece y no lo hace jamás. En consecuencia, me voy al baño para estar sola. Ocupo asiento sobre la tapa del inodoro mientras peino mi cabello hacia atrás, e intento que la soledad expulse de mí las lágrimas del arrepentimiento. Antes (mientras me bañaba) creí que todo sería pasado; me afirmé en la idea de que al recostarme, dormiría y el nuevo día me haría olvidar. Que errónea idea. Porque antes y ahora recuerdo la escena con Calen: a sus carisias sobre mi cuerpo que tanto las disfrutó pese al latente vestigio de culpa.

Entonces, soplo y noto mis ojos aguados. Lo único que consigo en todo el rato hasta comprender que debo vivir con la culpa que eventualmente menguará. Y aseverarme en la certeza de que jamás se repetirá.

West llega en la mañana pero ni Tuan Chi ni yo la notamos. Para cuando nos erguimos en nuestras camas ya la tercera evalúa frente al espejo su ropa deportiva.

— Iremos al GYM

— ¿Al GYM?

— Sí, Carson: el ejercicio no es solo belleza; también es salud. Dense prisa.

Como Tuan Chi habla inglés, traduzco para ella y la dejo pasar primero al baño.

— ¿Y qué tal? –chismorreo.

— Prefiero no contar detalles, Carson.

— ¿Pero estuvo bien?

— ¡Espectacular! En realidad, demasiado bien –acepta con lo que me parece pena.

— ¿Entonces ahora vamos a por todas con Calen?

— Yo voy a por todas, tú no vas a ningún lado.

Rio. Ella igual.

— Es broma –alega.

— Lo sé.

Al llegar a la instalación del gimnasio, el ruido de las maquinas, de las pesas, de los estudiantes más exigentes para con sus cuerpos, se deja oír. Presentamos nuestros carnets y pasamos al rincón de las caminadoras. Mientras aspiro el olor a perfume, a colonia, o desodorante corporal. Vuelvo a aspirar con mis ojos cerrados, un segundo que le vasta a Calen Sanders y Beck Becker para aparecerse.

Casi caigo a un lado de la caminadora pero me ayuda mi equilibrio.

Después paso un rato alternando mis ojos entre ellos; recordando además a Codicia. Diciéndome que ignorarlos no es lo más sensato. No. Pero es cuánto me veo impulsada a hacer. A fin de cuentas ellos no son una mafia, sino alguien que quiere cobrarles cuentas a una mafia. Es diferente. Quizá ellos no lleguen a los extremos de dañarme de manera mortal. ¿O tal vez sí?

— ¡Mierda! –protesto.

— ¿Qué pasa? –se interesa West.

Alguien que debe agradecer su buen cuerpo a los genes de su madre porque al gimnasio viene muy poco. Y al hacerlo hoy, termina cayéndose a un lado por algo que ve. Tras socorrerla, miro en su dirección, que es la misma del reservado de SPA. Hacia donde están yendo Amber y André. Tuan Chi evalúa si tiene posibles golpes; por mí parte, hablo.

Sociedad Italina (Completa) ✓©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora