31 [parte 1]-Carson

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¿Nutella y yogurt?

Maratón, paseo y clases de equitación









No logro ver la cocina por más que atraviese pasillos de la casa.

Llevo mis manos enanzadas por encima del abdomen, mientras avanzo como única oyente del ulular nocturno y frío que se cuela por las ventanas abiertas en toda la casa. Entonces de un momento a otro decido soltarme el cabello para dejarme la liga en la muñeca. Y a medida que avanzo estiro el cuello en reconocimiento a la nueva parte de la casa. Con todo, me estanco en la resignación que surca mis facciones junto a mis hombros hundidos en su sitio.

De repente se deja oír un chirrido, lejos, a más o menos la misma distancia de mi trayecto. En consecuencia, trago sin moverme, ni girar por tonto que parezca. No obstante, pocos segundos pasan hasta que noto su olfato detrás de mí. Calen aspira mi olor como alguna vez lo hiciera Beck. Con este último se me erizaba la piel; con Calen tiemblo.

— Te puedo recomendar la marca que uso –lanzo al voltear a verlo.

— No gracias. ¿Qué buscas?

— La cocina.

— ¿La cocina? –duda.

— Sí, ¿o que pensabas? Que a estas horas de la madrugada me iba a poner a buscar algo oculto en una casa enorme, protegida y contigo como único acompañante. Suena ilógico.

— Muy ilógico.

Su énfasis fuera de lugar (por la cercanía de la que él hace alusión), provoca que trague. En seco. Y no tengo saliva, ni sudor, solo una especie de miedo que me exista. Porque su presencia evoca momentos que nunca voy a olvidar y que me gustarían rememorar.

— ¿Me dices dónde está? –solicito con un tono que no tomo por mi usual.

— Mejor aún, te llevo.

Le sigo para no quedarme detrás pese a que ello no supone riesgo alguno. Damos unas vueltas para llegar al otro extremo: a la cocina. En donde me encuentro un refrigerador de doble puerta demasiado alto y con el cúmulo de comida, que ni estando aquí por una semana, sería posible digerir.

— No hacía falta tanto...–le dejo caer mientras decido a ver qué me como.

— No es por ti, alguien más viene

— Ahh... entonces se quedará aquí –deduzco.

Elevo la cabeza en demanda a la respuesta que él no da. Calen simplemente escoge un pomo de yogur, se sirve en un vaso y se lo bebe sin pausas. Lo veo, incluso, cuando su lengua roza el borde superior de su labio para limpiar esa parte de los restos de yogurt.

— ¿Qué? ¿Te gusta? –ofrece– Puedo servirte.

— No, no quiero, mejor algo más dulce.

— No es bueno comer dulces antes de dormir –señala en tono serio.

— No soy una niñita –replico achinando mis ojos–, además tú duermes bocabajo, y te bañas a las tantas de la madrugada: eso tampoco es bueno.

— ¿Qué...?

Puede que sí: que recién sin querer y por desquite le haya puesto al tanto de que he notado sus insomnios. En tal caso, no le oigo porque grito de la emoción al divisar cierto recipiente de Nutella al fondo del refrigerador. Hace tiempo que no la pruebo. De modo que al tomarlo voy a buscar una cuchara pero al tenerlo todo, no veo sillas.

— ¿Aquí también tienes aplicado el minimalismo?

— No –parce que se ofendiera pero imagino que su tono se deba a la pregunta interna de saber cómo deduje tal cosa–, es que nosotros no comemos en la cocina, hay otras salas para eso.

Sociedad Italina (Completa) ✓©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora