5-Carson

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¿Aturdida?

Una charla entre disparos.











Descubro que hago el tonto cargando libros cuando llego al salón.

Volteo hacia West que me saluda con una de sus cejas en alto y una mano zarandea el celular. Todo en una señal de revancha. Aspiro y suelto el aire para dirigirnos a un puesto.

— Carson, te pasa esto por no tomar en cuenta mis consejos.

Su voz suave, como si estuviera dando un discurso infinito, hace que muerda mis dientes. Pues mi parte que no puede dar su brazo a torcer, de momento no aceptará lo obvio: ella tiene experiencia y yo soy novata.

— Te dije que no era necesario.

— Lo recuerdo West, lo recuerdo.

— Los libros en físico se usan para las sesiones de estudio para exámenes porque mientras, contamos con estos aparatitos tecnológicos. Tablet. Dos por mesa y una tan pulcra como la otra.

West me ayuda a desbloquear la mía por un código adjunto entre los libros que nos entregaron en el censo, al cual nombré con la frese ¿para qué raios es esto? Me pareció demasiado ambiguo en su momento pero ahora resalta la impresión de ¡eureka! en mi rostro.

West tiene ganas de asestarme un golpe. Ella tenía razón y yo fui una necia que no se la dio hasta ahora.

— No es para tanto –me defiendo.

— ¡Es todo! –murmura con efusividad y detrás de su cabeza, en la puerta, veo una figura– aquí tendrás toda la información del semestre, si pierdes la Tablet, te pierdes. Los profes nos imparten de labios, más o menos, un 20% del contenido y el 80% es el material bibliográfico que está aquí dentro. Luego, entre clases y consultas avanzamos retroalimentándonos, solventando dudas y eso. Solo te reponen la Tablet si sufre daños causados por algún tipo de virus.

Anja entiendo. ¿Quién es ese?

Mi mandíbula puntea a la figura de la puerta. No obstante, él mismo se presenta luego de alejar el móvil y darnos los buenos días. Se llama Theodore Milián y es profe de la asignatura que nos compete y sí, su nombre tiene todas las letras que encajan con su profesión. Aunque su cuerpo deja entrever los tantos seguidores que ha de tener.

— Le dicen Vino, y le sigo en DUDO.

— Pues creo que yo también lo haré.

— Es exclusivo en su especie –apunta West–, con un alto sentido de la moral.

Es en efecto, el tipo de profesor guapo con el que muchas tendrían la prohibida historia de amor pero como profesor de administración, en letal. Sin embargo, después de recibir demasiadas horas clases en otras materias, olvido el cúmulo de tareas de Teo.

Concentro mi energía en tomar notas; West graba las clases.

— ¿Está permitido? –cuestiono por lo bajo.

— Claro.

Entonces, comienzo a relajarme e incluso, a disfrutar las sesiones, pues las dudas mayores las discutiré en las consultas. De momento; alerto mi audición para entender las explicaciones y a la hora del almuerzo nos desplazamos al comedor. West y yo tomamos asiento en el interior para a su vez, revisar las notificaciones de DUDO.

BeBecker no me ha escrito. Así que ello me provoca un prologando efecto de impaciencia en las sesiones de la tarde. Antes de entrar a la primera clase, lanzo el móvil dentro de mí mochila como un grito de rebeldía a su plan de abstinencia.

Sociedad Italina (Completa) ✓©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora