Capítulo 10 - Flavio Takano

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Permanecí unos segundos observándolos, boquiabierto. Me costaba creer que aquella escena fuese real. Es más, me negaba a creerlo. Flavio y Luna se miraban con tanto cariño que costaba creer que les hubiesen separado diez años. Diez largos años en los que ella se había convertido en una mujer de veintiocho años mientras que él se había quedado suspendido en los dieciocho.

Los dieciocho con los que había desaparecido a punto de casarse...

Una boda con cuyo traje seguía vistiendo. Y es que, ahora que volvía a verlo, me daba cuenta de que las ropas con las que le había encontrado días atrás eran las mismas que las de aquel día. Flavio iba vestido de novio, y después de tanto tiempo, se reencontraba con la que en el pasado iba a ser su esposa.

La escena me conmovió y asustó por partes iguales. De hecho, tan fue el impacto que no fui capaz de hacer otra cosa que mirar. Les observé intercambiar miradas, muestras de cariño y, por último, unas palabras amorosas que el viento trajo consigo.

—Te prometo que volveremos a vernos muy pronto, Luna —le dijo Flavio, llevándose el dorso de su mano a los labios para depositar un beso lleno de devoción—. Muy pronto.

—¿Estás seguro? —respondió ella.

—Te lo juro. Tienes mi alma y mi corazón, lo sabes. Espérame.

Aquellas palabras acompañaron a Flavio en su partida, que tras despedirse de su amada me dedicó una mirada de ojos amarillos antes de perderse más allá de la valla. Perplejo, yo le vi pasar a mi lado sin poder ni tan siquiera respirar. Sencillamente le seguí con la mirada, con el corazón paralizado en el pecho, y tan pronto desapareció, me apresuré a tirar de Luna hacia el interior de la casa. Cerré y me apoyé contra la puerta, asustado.

Aterrado

Desencajado.

Me llevé la mano al pecho, allí donde el corazón latía acelerado, y sacudí la cabeza. ¿Sería posible que me estuviese volviendo loco? Sí, sin duda aquella era la única explicación. Se me estaba yendo la cabeza...

Pero a la vez sabía que todo era real. Lo sabía porque lo acababa de ver, pero sobre todo por el modo en el que Luna me miraba. Aquella mezcla de sentimiento de culpabilidad y perplejidad que con tanta fuerza iluminaba su cara.

Diría que estaba alucinada, pero sería quedarme corto.

—¿De qué demonios va esto? —acerté a decir—. ¡Es una maldita locura!

—Tommy...

—¡No, mira, me da igual, en el fondo da igual! ¡Nos vamos! ¡Nos vamos ahora mismo de aquí! Además, ¡está a punto de llover, y...!

—Tommy, por favor, cálmate. Sé que parece una locura, pero tiene una explicación.

—¡Me da igual la explicación! ¡Ese tipo...! ¡Ese tipo...!

Luna apoyó sus manos sobre mis hombros en un gesto tranquilizador con el que logró no solo que por un instante pudiese coger aire, sino que también me serenase. Seguidamente me sonrió. Me sonrió con aquella sonrisa suya tan especial, llena de paz y de belleza, capaz de romperle el alma a cualquiera, y me cogió las manos.

—Flavio es un vampiro —dijo, clavando su mirada de ojos azules en mí—. Hasta ahora era solo una teoría, ahora me lo ha confirmado. Le han transformado en vampiro. A él y probablemente a todos los demás.

—¿Vampiro? —repetí con perplejidad—. ¿Hablas de...?

Luna asintió, un sencillo gesto con el que logró que todo mi mundo se tambalease. Me llevé la mano al rostro, para cubrir mi expresión de total y absoluta perplejidad, y me dejé caer al suelo.

El sonido de la lluviaWhere stories live. Discover now