Se demora tanto en volver que acabo durmiéndome. No obstante, en la mañana me despierta azotándome una nalgada.

— ¡Arriba! –me grita.

Lo hace a la primera oportunidad y por supuesto como entiende que ello me molesta, me enoja, infringe las pautas del espacio personal y en parte sí; logra despertar a un dormido, él no se detiene y continúa haciéndolo.

— Si en 3, 2, 1, no estás en el baño, te vuelvo a tocar el culo, Carson.

¡Mierda!, me quejo para mis adentros. Ello se reproduce en alejarme de la almohada y correr lejos de Calen que ya está incluso vestido. Listo para empezar el día y yo todavía masajeando mis lagañas. Al menos, si bien no se lo digo, le agradezco que me despierte hasta hoy; porque en tanto me lavo los dientes, pongo alarmas en mi móvil. Y a su paso evito entrar en DUDO. Acabo el aseo con una musiquita de fondo para ir a elegir el atuendo que dicho sea de paso, aún poseo dentro de las maletas como si fuese un viajero de paso que no conoce lo que es un clóset. En mi caso: no lo tengo.

Salgo para ir en busca de mis espejuelos pero en el trayecto me encuentro a Calen sentado al borde de su cama jugando a lanzar las llaves del murciélago arriba y tomarlas de vuelta. Repite y repite el gesto hasta que me ve. Entones no se traga el comentario:

— ¿Vas a asaltar una gasolinera? Porque en el disfraz te doy un 10.

— Ja,ja,ja –llego al tocador y de soslayo veo que en efecto eso parezco.

El conjunto negro con gorra apoya su idea pero no: yo persigo que no me jodan si algún estudiante me reconoce en los pasillos, o mientras atravieso al campus a pie porque, ya me fastidia bastante tener que moverme a paso de peatón en esta Universidad no hecha para eso. Razón por la cual mi puntualidad es casi peor que mi reputación.

— ¿Lista? Vamos.

— ¿Qué? –chisto en discordia pues tengo una leve idea.

— Iremos en mi murciélago. Te dejo en tu facultad, luego voy a la mía.

— No, no –le detengo colocando un brazo como si le impidiese salir por la puerta.

— ¿Apostamos?

Su tono es aburrido. Quizá lo esté de mí aunque ello no le impide alzarme para transportarme en contra de mí voluntad hasta el auto. Al dejarme dentro, Calen tira la puerta con una fuerza que discrepa con el sonido que da al cerrarse. Veo además que los pedestales presenciaron la escena de esta riña, pues iban hacia sus vehículos.

Enseguida estiro el cuello para ver a Beck que hoy no se transporta en la bici, sino en una moto hermosa de color verde turbio. Muerdo entonces mis labios por la idea de imaginarme abrazándole a él mientras estoy sentada ahí detrás.

— ¿Te gustan las motos? –zumban a mi lado.

— Me gusta Beck –le aclaro.

— Cierto.

Hace como que recuerda ese punto antes de prender el motor, junto al cual me destapo yo.

— Te dije que no –alterco y noto que están activos los seguros– ¡Quítalos!

— No.

Bufo; Calen ni voltea a verme. Tampoco soy de armar desmadres pero su ayuda me suena a que todo se ha olvidado, a creer que por llevarme se ganará una conmigo.

— No quiero que me lleves

— Lo sé –interrumpe– pero somos novios y deben vernos juntos y mi novia por terca no tendrá ausencias o llegadas tardes. Así que tómalo de esta manera: no lo hago por ti, sino por mi reptación al ser tu novio. ¿Te vale eso para callarte? En la cajuela hay chuches, come algunos si quieres.

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