Eternamente Unidos

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Tercera Parte: Oscuridad

Capítulo 18: Eternamente Unidos

Los violines comenzaron a sonar en una tonada lenta y acompasada, anunciando la entrada de una hermosa Novia.

Severus Snape siempre pensó que moriría solo. No era un santo, siempre que podía se escapaba al callejón y se revolcaba con todas las rameras que podía… ¿Pero amar a alguien después de Lily?, ¿casarse?, ¿Tener una familia?, ¡Nunca en la vida!

Y ahora allí estaba, de pie al lado de un  Ministro, vestido de gala, rodeado de gente a la que detestaba, siendo observado por Voldemort a punto casarse con una chiquilla que llegó para revolverle la vida, Aún recuerda la primera vez que la vio, enfundada en ese uniforme, incomoda, nerviosa, imponente.

Ella fue la única en mucho tiempo que realmente le miró, no solo fingió verlo como Albus, o le temía como sus alumnos, ella realmente supo verle a los ojos.

Ella le contó su secreto más guardado, ella no era una jovencita en apuros, ella era fuerte, astuta, mentirosa, Justo igual que él.

Pero sobresalía entre toda esa basura de la cual se rodeaban, ella tenía algo diferente.

Ese beso…, sus labios se sentían tan puros, tan perfectos, como sí ella hubiese nacido hecha a su medida.

Nunca la habia visto más indefensa y rota que aquella noche cuando regresaron de la reunión del lord, llorando como una niña, ese día supo que una lágrima suya sería suficiente para hacerle dar cualquier cosa.

Ella lo tenía entre sus manos y no lo sabía.

Y ahora estaba allí, viéndola llegar enfundada en el vestido de novia más perfecto que hubiese podido ser creado, se ajustaba a cada centímetro de su piel haciéndola parecer un ángel. Ella habia nacido para vestir cosas como esas, ella habia nacido para joyas y seda.

Brillaban diamantes y perlas en ella, sus ojos estaban brillosos y su rostro parecía el de una muñeca.

Severus estaba anonado.

Cuando la tuvo frente a frente ocultó lo mejor que pudo su asombro, la asquerosa rata de Frederidge puso su hermosa y fina mano entre la suya.

La apretó con delicadeza dándole valor y fuerza, si para él era difícil no quería imaginarse lo que Gennovive debía de estar sintiendo.

Como fondo la música del violín era sublime mientras frente a frente ellos se miraban presos el uno del otro.

— ¡Estamos aquí reunidos para unir a dos personas por su propia voluntad! —exclamó el ministro por encima de la suave música.

El ministro estaba sometido bajo el imperio.

—Repitan después de mí—les dijo.

—Yo Severus Snape…—comenzó.

Yo Severus Snape Prince—dijo su prometido con su típica voz profunda y gruesa—. Prometo honrarte y respetarte desde ahora hasta nuestra muerte.

—Yo Gennovive Romanov—prosiguió el ministro.

Yo Gennovive Romanov—la voz de ella sonaba como miles de campanadas—. Prometo serte fiel en la salud y en la enfermedad…

En la pobreza y en la riqueza…—finalizó Severus ante la seña del ministro.

— ¿Severus Snape, aceptas a Gennovive Romanov como tú legitima esposa, para honrarla, respetarla y amarla hasta el fin de tus días? —preguntó el ministro.

La Mujer de Severus Snape #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora