Cosas que amargan la noche.

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Mi cita debío de haber sido maravillosa.

Nate me recogió en su modesto auto, incluso saltó del asiento del conductor para abrirme rápidamente la puerta. Tímidamente me sonrió mientras me deslizaba hacia el calor reconfortante de su automóvil. Era tan caballeroso, tan genuino, que no tenía idea de cómo reaccionar. Me reí y murmuré suavemente 'gracias', mientras cerraba la puerta y se metía de nuevo a su lugar.

El trayecto con Nate no fue incómodo. No fue raro o tenso, verdaderamente me sentía cómoda. El camino fue relativamente corto hacia el centro de la bulliciosa ciudad, platicamos relajadamente y siempre con ligeras risitas entre nosotros dos.

Me abrió la puerta de nuevo cuando llegamos al restaurante, extendió su brazo hacia mi invitándome a juntarme hacia su cuerpo y así entrar al pintoresco restaurante italiano, en el cual habíamos acordado en la tarde. Su chaqueta de lana de color gris oscura le proporcionaba un cierto sentido de seguridad cuando entramos juntos a través de las puertas delanteras brillantes. La seguridad de su brazo era extraña para mí, no me había sentido a gusto con otra persona en años. No con Cole, incluso en nuestro corto tiempo de relación y ciertamente tampoco con Tom.

En el aire del restaurante flotaban aromas deliciosos que provenían de  los ricos alimentos italianos, eso llevó a los sonidos suaves de las conversaciones íntimas entre los comensales y el suave tintineo de objetos de vidrio que emitían las personas que disfrutaban de sus platillos. Fue un cambio encantador el tener la oportunidad de comer en un restaurante. Especialmente cuando me habían acostumbrado a vivir con cereal de maíz genérico y tazas de fideos instantáneos. Pero sobre todo porque la última vez que había estado en un restaurante, uno muchísimo mas elegante, lo único que obtuve fue una pequeña porción de fruta refrigerada.

Al comprender que esta cita me había llevado a un evento nada maravilloso al recordar ese pequeño detalle. El recuerdo de Tom me hacía sentirlo aun mas. Nos sentamos en la mesa y ordenamos un generoso aperitivo de palitos de pan y champiñones rellenos. El pensamiento me llevó a Tom; su voz, su rostro, la forma en que su boca se curvaba cuando me sonreía, el olor a humo de cigarrillo impregnado en su ropa y ese perfume olor a canela que provenía de su aliento. Todo relacionado a el me estaba distrayendo del hombre maravillosamente amable situado delante de mí.

Nate pidió un plato de fettuccini con unas rebanadas de pan de ajo. Aunque reíamos y comentamos lo deliciosa que parecía la cena o de cómo iba a robarme un pequeño bocado de su plato cuando él no estuviera mirando, la apariencia de su plato se veía tan similar a la fatídica primera comida que Tom y yo habíamos tenido juntos, Ese recuerdo no dejaba de pasar por mi mente de una manera salvaje. Mis ojos se posaron sobre sus manos viendo como intentaban alcanzar otro palito de pan o para agarrar el tenedor mientras hacía girar los fideos alrededor de este. Las manos de Tom vinieron a mi mente. Eran mucho mas largas, más fuertes, se veían y sentían más seguras que las de Nate. Yo sabía que ese sentimiento, sobre todo después de las circunstancias que sucedieron horas antes de esta cita, me hicieron pensar en su contacto que se había apoderado de mis brazos. El recuerdo de sus labios, lo cuales me llenaron muchísimo mas que los de Nate, se habían presionado contra los mios en un beso violento desesperado.

Estaba segura de que estaba perdiendo la cabeza.

Me sentí muy mal cuando salimos del restaurante. Había sido una cena maravillosa, llena de conversaciones fáciles flotando entre nosotros, pequeñas bromas coquetas que aparecían en los momentos apropiados. Nate se veía lindo en su suéter y pantalones vaqueros. Pero en todo momento el recuerdo del cuerpo de Tom siendo tragado grotescamente en esas grandes camisetas, sudaderas con capucha y jeans pasaba por mi mente.

25 Days With Mr. Arrogant en EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora