Bollos de manzana y Resaca

Start from the beginning
                                    

—¿Le dijiste que salimos? —parpadeó rápidamente, haciendo un intento para descifrar la situación—. ¿Por qué?

Dejé que mis ojos revolotearan, moviendo la cabeza y dije en voz baja.

—Sólo... sólo, —Gemí, mirando a su dirección—. Sólo tienes que seguirme el juego, ¿de acuerdo? Te  explicaré más tarde.

Abrió la boca para responder, pero la alegre voz de Paige resonó desde la cocina.

—¿Anna? ¿Está aquí? —Vi la mirada de Víctor obscurecerse, su cabeza giró bruscamente a la dirección de su voz—. ¡Traerlo aquí! ¡He hecho un poco de desayuno!

Víctor exhaló bruscamente, poniendo los ojos en blanco.

—Lo juro por Dios,  que si ella me dice algo… —murmuró sombríamente, haciendo una pausa para dispararme con mirada dura—.  Y tu. Tu y yo vamos a tener una larga discusión. —Sin dudarlo un instante, sus largas piernas se hicieron camino rápidamente hacia la cocina.  Lo seguí.

Paige tarareaba para sí misma y prácticamente estaba bailando alrededor de la cocina, usando un pequeño y ridículo delantal rosa que su madre le había comprado como regalo por aprender a cocinar algo más que simple avena. Ella sonrió a nuestra dirección. Su largo y perfecto cabello rubio flotaba sobre los hombros de la misma manera que de costumbre. Una sartén estaba en su mano y dentro de esta había una mezcla de colores que parecía formar un omelet. Víctor puso mala cara en su dirección, su mirada se endureció mientras se deslizaba en una sillas en nuestra patética mesa de cocina.

—Cuánto tiempo sin verte, Vicky, —ella le sonrió falsamente mostrando dulzura—. ¿Hambriento? He hecho algunos omelet solamente con la clara del huevo.

La mandíbula de Víctor se apretó visiblemente mientras  yo poco a poco me iba sentando en la silla contigua a su lado. Mi corazón martillaba sobre mis costillas. Él negó con la cabeza, abriendo con rigidez la bolsa café sobre la mesa y sacar dos panqués y un par de panecillos.

—No, —respondió secamente disparando una mirada feroz a su dirección—. Ya te dije que no me llames Vicky. Gracias.

—Oh, que malo, no eres divertido, —ella hizo un mohín, deslizando un omelet esponjoso en un plato y dejando  la sartén a un lado. Agitó el plato a su dirección

 —Están buenos… —ella mostró una amplia sonrisa y le dijo con voz cantarina.

—Te dije que no, —le espetó irritado, tratando de alcanzar un plato en el centro de la mesa.

Hizo una pausa para echarle una oscura mirada al plato con el omelet de huevo que tenía frente a el. Resopló, sacudiendo la cabeza.

¿Haciendo otra dieta de moda, Paige? —Se burló, sacudiendo la cabeza mientras se llevaba a él un pedazo de pan a los labios—. No me sorprende.

Ella frunció el ceño.

—¿Qué me estas queriendo decir?

25 Days With Mr. Arrogant en EspañolWhere stories live. Discover now