XIII. EL TEMOR

141 13 0
                                    

—¿Puedes ponerme atención un momento? Siento que estoy hablando sola.

Hydra rueda los ojos.

—Déjame terminar mi carta. Así en cuanto lleguemos, la enviaré y tendrás toda mi atención por el resto del día.

—¡Oh, porfavor! Un familiar tuyo se escapó de la prisión más segura en el mundo, ¿y tu quieres escribir una carta? Eso lo harás luego, ahora necesitamos hablar de esto -Cindy cruza los brazos sobre su pecho.

La rubia suspira frustrada, para después guardar de manera forzada sus plumas y pergaminos.

—Mi padre dice que Sirius no es de nuestra familia, así que ten cuidado a quien se lo menciones.

—¿Pero es primo de tu mamá, o no?

—Técnicamente -se recarga en el asiento y deja que su cabeza quede en dirección al cielo, mientras que cierra sus ojos con cansancio-, pero fue borrado del árbol familiar, es como una excomulgación.

Ambas jóvenes se encuentran en el tren, mientras la lluvia incrementa a medida que el tren avanza hacia el norte, que al parecer de Hydra, le da un toque de relajación al ambiente; las ventanillas se pintan de un gris brillante que se oscurece poco a poco, hasta que se encienden las luces que hay a lo largo del pasillo y en el techo de los compartimentos. El tren traquetea, la lluvia golpeaba contra las ventanas y viento ruge con fuerza, todo un escenario de las novelas de drama que tanto disfruta Malfoy.

—No puedes sólo expulsar personas de tu familia, no funciona así -le responde con gracia.

—Para nosotros sí, mi familia tiene una reputación que mantener y no podemos permitir que cualquiera la arruine.

—Ahora suenas como mi madre -la castaña bufa.

Hydra ríe, con el cansancio de no dormir lo suficiente en días siendo muy notorio.

—Quizás deberías de hacerle caso más seguido, es una mujer sabia.

El tren va cada vez más despacio. A medida que el ruido de los pistones
se amortigua, el viento y la lluvia suenan con más fuerza contra los
cristales.

—Es que no estas viendo el asunto con seriedad, Hydra. Yo estaba muy tranquila con todo el asunto porque creí que estaba a salvo por ser tu amiga, porque nadie lastimaría a su sobrina y sus amigas. Pero si él también considera que está fuera de tu familia, entonces podría atacarnos, y soy muy joven para morir. ¡Y pienso culparte por mi muerte en cuanto lleguemos al más allá!

La rubia no pudo soltar la carcajada que le provocó su amiga pues el tren se paró con una sacudida, y distintos golpes testimoniaron que algunos baúles cayeron de los portaequipajes. A continuación, sin previo aviso, se
apagaron todas las luces y quedaron sumidos en una oscuridad total.

—¿Qué rayos sucedió? -pregunta una voz alterada desde la oscuridad, pero Hydra la reconoce como su amiga.

—No tengo idea, solo estirate y dame la mano.

Moviendo sus manos guiadas por sus voces, se encuentran y se abrazan para buscar consuelo.

—¿Deberíamos ir a ver que sucede afuera?

—Por supuesto que no, lo que sea (o quién sea) que esté pasando, está ahí afuera, así que no iremos a entregarnos por voluntad.

—Tienes razón, los valientes siempre mueren primero.

—Bueno, quizás al fin nos libremos de Griffindor.

Lo bueno de la situación, fue que el mal chiste de Hydra fue cubierto por una demanda hecha por una voz fuerte, que recitaba «Ninguno de nosotros esconde a Sirius Black bajo la capa. Vete.»

Hydra Malfoy (Fred Weasley) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora