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— ¿ Tienes una carta? Pregunté.

— Esta en la mesa de mi cuarto.

— ¿ Qué tiene que ver todo esto con la desaparición de Watson?

Una mañana el hombre de personalidad demoniaca y dientes nauseabundos se apareció de la nada en el parque de los Novios, era un Domingo caluroso, después de salir de la iglesia, el día no tenía alguna nube blanca capas de tapar el brillo del sol, ni siquiera la brisa se movía para refrescar mi cuello, los arboles estaban produciendo una sombra cálida, atenuando el daño inminente a mis ojos y piel, yo me encontraba en el lago donde suelo alimentar unas cuantas tortugas en mis tiempos libres, era una vieja costumbre que teníamos con Watson, llevaba una falda blanca y unos guantes rojo que él me había regalado la navidad pasada después de encontrarnos divertido la idea de disfrazarnos de Santa Clous para esas fechas, mientras arrojaba comida para las tortugas, pude observar un hombre mirándome al otro lado del lago, fumando un cigarrillo rojo, me acuerdo que, pensé en la reacción que hubiera tomado Watson al mirar aquel hombre de chaqueta oscura y gafas de policía, me hubiera dicho que me alegara del lugar, aún así, mi ingenuidad me gano, la tristeza de no ver a mi amado le dio igual ha estar siendo asechada por un hombre de aspecto rudo y de poca fiabilidad, se escabullo entre los arboles como un ladrón, las lágrimas entre mi mejillas se confundieron con una mancha, mi ojos se embobecieron y al acercarse no pude reconocer su rostro. me preguntó si tenía un dulce para él, pero reconocí en seguida su voz , era aquel hombre de aspecto demoniaco con quien Watson había peleado — ¡ Dónde esta Watson! Le cuestioné, anhelando saber donde estaba Watson, el solo se limitó a ver mi rostro, y me pidió como un susurro que lo acompañara, si te soy sincera me temblaba las piernas y las manos se entumecían al siquiera pensar estar en un cuarto cerrado al lado de ese inmundo animal, infortunadamente no tuve otra alternativa más que seguirle el juego, me llevó a un muelle al otro lado del parque y me dijo que, si deseaba volver ha encontrarme con Watson debía unirme a una secta consagrada a la carne, al principio no sabía cual era el propósito de dicha organización, le pregunté cuál era el fin de ese clan, sin embargo, entre el ruido de las personas y el sonido de un avión pasando por encima de nuestras cabezas me entrego un libro viejo, con una portada dañada, no entendía las letras del título, me dijo que si deseaba entra a la secta, necesitaba cumplir a cabalidad cada uno de los requisito del libro, también me respondió que cada duda sobre el akelare  sería contestada por el libro, al final se acerco a uno de mis oídos y con un suave, fétido y aterrador susurro, vocalizo la mayor de las pistas que he tenido estos años sobre el paradero de Watson.-- " Si deseas conocer, primero debes sacrificar y si anhelas obtener, nunca podrás ver."

Cuando volteé a mirar ya no estaba, desde entonces  he tratado de obtener información de la organización. — ¿ Qué paso con el libro? — Todavía lo tengo en la casa, pero no entiendo ni una sola palabra de su escritura, al parecer esta escrito en la latín o eso fue lo que me dijo mi profesora de lenguas modernas, trate de traducir algunas de las paginas al ingles, sin embargo, me fue imposible transcribir todo el libro al ingles, debes saber que el latín es una laguna extinta, muy pocas personas en el mundo la dominan de una forma completa.

Ella suspiró un par de segundo, dejando que unas lágrimas salieran de sus ojos, — No sé porque te estoy contando todo esto. Una semana después del encuentro con aquel hombre de intenciones corruptas y palabras sin sentido, descubrí que mi hermanastro le estaba robando a mi padre un pedazo de material  establecida en el contrato de suministro de madera, quedándose con el el 30 % de excedente correspondiente a mi padre, cuando lo confronte me chantajeo con enviarle a todos sus amigos unas fotos de mi cuerpo sin ropa, tomadas por la noche mientras yo dormía. — ¿ Como hizo para quitarte la piyama, sin que te despertaras? Le pregunté. — Infortunadamente, en mi casa la calefacción suele subirse más de lo necesario, produciendo temperaturas muy altas, por lo general me desvisto en la noche para mantener una temperatura climatizada y no sufrir en esos malditos calores, es una extraña costumbre ¿no crees?

TRES RAZONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora