Él le cogió el saco y los dos se dirigieron a las cuadras.

‒Por cierto, ¿qué haces tú aquí tan temprano?‒ le preguntó ella.

‒No me he movido de aquí en toda la noche, no quería arriesgarme a que te pasara algo más.

Los dos abrieron las puertas de las cuadras y arrastraron el saco dentro.

‒Te lo agradezco, pero no puedes dormir en el árbol todas las noches por mí.

‒No he dormido.

‒Silvan...‒ dijo ella, suspirando exasperada y abrió el saco.‒No puedes poner tu vida al servicio de los demás. Estoy bien, de verdad, no me va a pasar nada más.

‒¿Cómo lo sabes? Anoche pudieron haberte matado.

‒No exageres.‒replicó ella dando de comer a Irvial.

‒No exagero. Si te hicieron eso, es que llevaban un objeto punzante. ¿Quién sabe qué te podrían haber hecho?

‒Pero el fuego... me protegió.

A Silvan le recorrió la espalda un escalofrío.

‒Aun así, no me quedo tranquilo.‒dijo dando de comer a las otras dos criaturas.

‒Dejemos esto aparte, por favor te lo pido, es muy temprano y no me apetece discutir...‒ dijo Daelie, cansada.‒¿Qué pasó cuando fuiste a ver al Sabio de Herlanis?

Silvan se lo explicó con todo lujo de detalles.

‒¿Que tuve contacto con un pyronum en el pasado?‒ repitió ella, cuando salían de la cuadra.

‒Eso me dijo. ¿No recuerdas nada?

‒Qué va, nunca he visto un pýronum... salvo aquel chico, y lo del fuego me pasa desde bastante antes de verle.

‒También me dijo que puede que no te acuerdes...

‒Entonces tampoco nos solucionó nada.

‒Te equivocas, yo tengo tres teorías de lo que pudo pasar.

‒¿Ah, sí? Esta noche te ha debido de dar para mucho reflexionar.‒ dijo ella, riéndose.‒ Dime, pues, ¿cuáles son esas teorías?

‒Siendo bebé te atacó un pýronum y te dejó una huella ígnea; alguien lanzó una maldición a la muralla, de manera que si alguien la tocaba se volvía medio pýronum; y que el colgante que siempre llevas puesto y que encontraste en el bosque de pequeña es en realidad un amuleto maldito por los elfos de fuego.

‒Creo que las dos primeras opciones son muy poco probables... pero puede que alguien lanzara este colgante desde el otro lado de Veradhëm.‒ murmuró, quitándoselo.

‒Será mejor que no te lo vuelvas a poner hasta que estemos seguros. Iremos esta tarde a Herlanis a ver a Oswald, me dijo que tenía curiosidad por conocerte.

Un terror enorme se apoderó de ella, y se agarró a cualquier excusa.

‒Te olvidas que sigo castigada, se supone que no puedo salir de casa.

‒Pues anoche bien que lo hiciste...

‒No es lo mismo, todos dormían y me amparaba la oscuridad.

Se hizo un silencio, que Silvan empleó en encajar las piezas.

‒Te da miedo, ¿no es cierto?

Ella murmuró algo ininteligible y se abrazó a sí misma, mientras caminaba de vuelta a la casa.

‒No tienes por qué tenerle miedo a Oswald, no te hará nada malo.

‒Es que... me pone enferma eso de ser el objeto de estudio de alguien.

Río IncendiadoWhere stories live. Discover now