DIECIOCHO

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Los días de vacaciones en Palermo estaban provocando un efecto positivo en el ánimo de Elaia. Había disfrutado de largos paseos que aliviaban su hinchazón de tobillos debido al dichoso niño que tenía dentro. Elaia sentía un amor-odio por su embarazo. Pero hubo un recuerdo que atesoraría en su corazón por el resto de su vida sería el momento en que sintió la primera patada de su bebé.

Estaba en una tumbona junto a la piscina, con Athos sentado tras de ella y abrazándola por la espalda. Su cabeza recostada en el hueco del cuello de Athos. Se sentía adormilada, relajada con el suave latido de Athos en su espalda y la brisa fresca del Mediterráneo a pesar de ser invierno. Cada día se sentía más atada a Remo, amaba a ese niño sin siquiera verle la cara. Entonces, un bulto empujó desde dentro de su cuerpo, impactando con la palma de la mano de Athos. Elaia se irguió, aturdida. Un latido después, el movimiento se repitió en el centro de su estómago. La realización llegó a su ser, lágrimas de emoción inundando sus ojos en lágrimas, que cayeron como una cascada por su rostro.

— ¡¿Has sentido eso?!— sollozó.

— Es un niño fuerte, principessa— susurró Athos rozando sus labios en la oreja de Elaia.

Elaia se estremeció ante el recuerdo de esa noche. Hicieron el amor a la luz de la luna, apenas conscientes del frío de una noche de invierno

En la actualidad, observaba a Athos nadar en la piscina cubierta. Los amplios ventanales de la estancia daban a ver el atardecer en el amplio terreno de viñedos que rodeaba la propiedad. Elaia estaba tan relajada, tumbada al sol, en bikini y observando los músculos de la fuerte y amplia espalda de su marido, que sentía que podría dormirse en paz.

De hecho, en algún momento entre ese oasis de paz que suponía las vistas junto con el cálido sol del mediterráneo, cerró los ojos. Despertó cuando una gota de agua fría cayó en el espacio entre sus pechos. Elaia se sobresaltó. Abrió los ojos y se quedó completamente hipnotizada con la mirada verde botella de Athos. Hebras oscuras cayendo sobre su frente, de ahí venían las gotas frías. Elaia se humedeció los labios. Athos le dio su sonrisa de tiburón, siguiendo el movimiento de su lengua y sus dientes reteniendo su labio inferior.

— Al fin despiertas, principessa— su voz un sonido bajo y atrapante.

— Athos, te voy a pedir una cosa y espero por el amor de dios que lo hagas sin pestañear— susurró Elaia en su tono de voz más seductor. No creyó que fuese a funcionar, pero la mirada oscurecida de Athos la hizo continuar— Fóllame, aquí y ahora— lo miró por debajo de sus pestañas, tratando de luchar contra el sonrojo en sus mejillas.

Un gruñido animal fue toda la respuesta que obtuvo de Athos. Sus bocas impactaron bruscamente, en un beso abrasador, arrollador. Lenguas danzando entre sí, luchando por conquistar la boca del otro. Athos estaba follando su boca en una demostración intensa de cómo la deseaba. Elaia cada día se sentía más hinchada e incómoda con su nueva figura, pero cuando Athos la besaba de ese modo, no podía sentir ni pensar nada más que en el calor de su cuerpo y la humedad entre sus piernas. Athos tiró de ella como si no pesase nada y la acomodó a horcajadas sobre él. Sus manos amasando sus nalgas mientras devoraba su boca con ansia.

El móvil de Athos comenzó a sonar en la mesa junto a la tumbona. Athos ignoró el sonido, sumergido en la piel sensible de Elaia, en besos húmedos sobre su mandíbula y cuello. El teléfono volvió a sonar intensamente una segunda vez. En la tercera, Athos había estado deshaciendo el nudo de la parte de arriba de su bikini. A la cuarta vez, Athos gruñó y se estiró para alcanzar su Iphone.

— Más te vale que sea importante, Salvatore— espetó con mal humor.

Un segundo después, Athos se puso serio.

Imperio en Llamas +18Where stories live. Discover now