OCHO

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Cuando despertó estaba sola en la cama, aunque no era inusual. Athos solía despertarse demasiado temprano, la mafia reclamaba. Elaia estaba mentalizada de que no despertaría envuelta en sus brazos. Bajó las escaleras hacia la cocina, encontrando a Natalie, el ama de llaves, preparando el desayuno. Aaron estaba ya allí, entrajetado, como siempre, y tomando unos crepes que olían deliciosos. Elaia se sentó junto a él en la barra americana, recibiendo con gusto el desayuno que Natalie le ofrecía. Natalie era una mujer entrada en los cuarenta, de estatura media y cabello rubio platino. Su mirada eran dos pozos negros, que desprendían calor y dulzura. No pasaba mucho tiempo en casa, pero Elaia había aprendido a apreciar la comida de Natalie.

— ¿Cuál es el itinerario de hoy?— dijo Aaron rompiendo el silencio.

— Aaron, cielo, son las siete y media de la mañana, deja que me despierte. Obviamente mi plan es ir a trabajar, así no preguntes obviedades— refunfuñó Elaia.

No era una chica de buen despertar, y menos cuando se había quedado sola en la cama después de acostarse con su marido el día anterior. Y recordar que tendría que tener a Aaron siendo su sombra todo el día, incluso en el trabajo la enfureció más. Terminó de desayunar y subió a vestirse. Tras una ducha caliente todo el mundo se veía de otro modo, ella estaba más relajada. Recogió su cabello en una cola de caballo y optó por algo cómodo para el trabajo. Unos jeans largos y una blusa de manga corta, ajustada a su figura, parecieron la mejor opción, dado que encajaban a la perfección con sus vans old school de edición limitada en tonos pastel. Aaron alzó una ceja al verla en un atuendo tan sencillo.

— ¿Qué? ¿Piensas que voy a ir a trabajar con tacones?— espetó Elaia rodando los ojos al subirse al ascensor.

— Pensaba que tu estilo era ser siempre una princesa.

— Una princesa lo es llevando lo que lleve. Podría llevar un saco de patatas y seguiría siendo una princesa.

Dos pisos más abajo, Luca subió al ascensor, con su traje negro, luciendo como un modelo de GQ. Era la primera vez que Elaia iba sin tacones, había aprendido la lección y se negó a ponerse unos en el trabajo. Pero su falta de zapatos altos hacía visible su baja estatura, siendo que apenas llegaba al pecho de Luca y al hombro de Aaron. Parecía una adolescente acompañada por su padre y su hermano mayor.

Salió la primera del ascensor hacia el BMW SUV que gritaba mafia por todos lados. La mayoría del tiempo solía odiar ese coche, pero tras ganar una apuesta con Aaron consiguió que este le dejase conducir, al menos hasta su trabajo, siempre y cuando Aaron la acompañase. Puso la mano para que su escolta le diese las llaves, las cuales cedió reticentemente.

Elaia se encontraba de mal humor, por lo que descargó su frustración conduciendo tan ferozmente como pudo. No es que ella fuese una conductora tranquila, de hecho pocos eran los que soportaban su gusto por la velocidad. Aaron parecía tenso mientras observaba el velocímetro a cada rato.

— Relájate, hombre, me pone nerviosa que siempre lleves un palo metido por el culo. ¿Todos los mafiosos sois así o podéis permitiros un poco de diversión solo en fechas señaladas? Como la Navidad mafiosa o algo del estilo.

Aaron se echó a reír. Una carcajada genuina.

— ¿De dónde sacas esas ocurrencias?

— ¿Pero os habéis visto? Es la primera vez desde que te conozco que te escucho reír. Ni siquiera hablas mucho. Parece que os prohíben reír. Vale que seas un asesino, pero chico ten un poco de alegría de vivir, me amarga esa actitud. ¿Cuántos años tienes?

— Treinta.

— ¡Pues disfruta de la vida! Tanto fruncir el ceño te va a arrugar antes de tiempo. Eres un hombre atractivo, disfruta de ese atractivo, liga, pero deja de ir con cara de amargado por la vida. O, al menos, deja de ir con esa expresión de oler mierda constantemente a mi alrededor o seré yo misma la que te meta el palo de la escoba por el culo.

Imperio en Llamas +18Where stories live. Discover now