50

5.5K 305 232
                                    

Poco a poco, con el paso de los días parece que vamos levantando cabeza. No digo que haya dejado de doler porque algo así jamás podremos olvidarlo, pero sí es cierto que ya no me paso el día llorando por toda la casa. Ahora, simplemente, no tengo ganas de nada, pero al menos tengo la energía suficiente como para ayudar a Luz a hacer las tareas del hogar o para ir a las prácticas de veterinaria.

Daniel ha retomado las reformas del gimnasio y cada mañana se marcha para hacerse a cargo de todo. Su humor, al igual que el mío, parece que va mejorando lentamente, pero lo hace y ya hasta se toma un rato para entrenar y salir a correr porque, según él, se está poniendo gordo de no hacer ejercicio.

Agradezco que Luz, quien está aquí conmigo ahora planchando mientras yo limpio los cristales, no haya rozado el tema de la pérdida del bebé desde que se enteró hace un par de semanas porque hablar de ello no me resulta cómodo todavía y creo que nunca llegará a hacerlo. Mis padres tampoco han querido rozar el tema, sólo me llaman para saber cómo me encuentro, al igual que Luis y mis amigos o Gabi vienen de vez en cuando para ver cómo estamos después de lo sucedido.

—Creo que nunca te lo he dicho, quizá porque hemos coincidido muy pocas veces en este tiempo, pero me caes muy bien, Vera —alega la mujer, de forma distraída mientras plancha una camiseta de Daniel.

Sonrío sin que me vea a la vez que mojo la ventana de limpiacristales.

—¿Por qué me lo dices ahora? —indago con curiosidad.

—Siempre es bueno escuchar cosas positivas.

—También me agradas mucho, Luz. Es reconfortante saber que Daniel ha tenido a alguien pese a estar tan lejos de su familia.

—Sólo vengo dos veces por semana, no es como si fuéramos inseparables.

Eso me saca una carcajada y de reojo veo que la mujer sonríe.

—Pero sí que hemos creado confianza con el paso del tiempo —prosigue ella—. Supongo que es lo normal después de casi cinco años.

—Eso es mucho tiempo.

—Sí —suspira la señora, dándole la vuelta a la camiseta—.  Le he visto esforzarse, gritar y reír, pero te diré que no le vi tan feliz como hasta ahora que está contigo. Con Vanesa todo eran problemas y escándalos.

Había olvidado a es arpía del demonio.

—¿Tan mala era esa relación? —pregunto intrigada, dejando los cristales a un lado para prestar toda la atención posible a Luz.

—Uy, si yo te contara... Una vez montó tal escándalo que me planteé la idea de darle laxante con el café.

—¿Quién eres, mi madre? —suelto entre risas, ganándome una mueca extrañada por su parte—. Mi madre también quiso darle un escarmiento a Vanesa de esa misma manera, pero se lo impedí.

—Eres demasiado buena, Vera. De haber sido tú, habría dejado que se bebiera ese café.

Me encojo de hombros con simpleza.

—Si antes hubiera sabido todo lo que ahora sé de ella, ten por seguro que le hubiera dejado a mi madre hacerlo. Es que en cuanto la conoció le cayó mal y quería que le diera una oportunidad a esa arpía —informo algo frustrada—. Tienes razón, soy demasiado buena.

—Las madres son muy sabias y si alguien no les entra por el ojo es que no es de fiar.

—¿A ti tampoco te agradó cuando la conociste? —indago un poco más. No es por nada, pero me gusta saber que soy la mejor pareja que Daniel ha tenido.

—Desde el primer momento en el que entró por la puerta —asegura firmemente—. Ese aire de superioridad que la rodeaba no le gusta a nadie.

Me alegra saber que gente muy cercana a Daniel tampoco la toleraba, es como que me sube un poco el ánimo.

Entre Tus BrazosWhere stories live. Discover now