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Sentada sobre la cama con la cabeza apoyada en la pared... Así es cómo llevo toda la tarde.

Hoy es el día decidido, el día en el que saldré de dudas. Hoy hace exactamente ocho días que mi preciso período tendría que haber llegado...

Tengo tantos nervios acumulados que no puedo moverme. Hace un buen rato que decidí rodear mis piernas con los brazos y sujetar la pared con la cabeza, desde entonces no me he movido. Ni siquiera soy capaz de mirar al test de embarazo que hay sobre mi escritorio.

Sé que debo levantarme y orinar. Sé que debo averiguar de una maldita vez si estoy en estado o no, pero me da miedo.

No dudo de la palabra de Daniel al decir que jamás me dará de lado y sería una loca si pensara en que algún día me dejará a mi suerte con el bebé, sin embargo, no estoy tan convencida de que ser madre ahora sea lo ideal.

Mi campeón dice que podré terminar mis estudios sin problemas porque estoy a punto de finalizarlos y que él se encargará de todo lo necesario para su crianza mientras yo le cuido los primeros meses de su vida. Afirma que no tendremos problemas económicos ni carencias de nada. Asegura que será lo mejor que nos pueda pasar y adoro lo ilusionado que está con esto, pero yo siento que todavía soy muy joven para esta responsabilidad tan grande.

Él trata de que le vea el lado bueno, que comprenda que no es algo malo ni un problema y, pese a que sé que así es, no comparto su optimismo. Claro que me gustaría formar una familia con él o tener a un diminuto Daniel corriendo por ahí, pero es que es tan precipitado...

Los nudillos de Luis golpean la puerta de mi habitación.

—Vera —pronuncia con la cabeza asomada—, ¿estás bien? Llevas aquí metida cuatro horas, empieza a preocuparme que estudies tanto.

—No estoy estudiando.

—¿Qué te pasa? —inquiere, adentrándose con el entrecejo hundido por la preocupación.

Suspiro porque no sé cómo contárselo.

Mi tío es la persona más madura y comprensiva que he conocido nunca y de sobra sé que no va a juzgarme, pero no deja de ser el hermano de mi madre, la señora más entrometida y exagerada del mundo; temo que ambos hablen de mi situación y mi padre acabe queriendo matarme a gritos.

—Supongo que estoy en un momento de mi vida en el que no sé qué debo hacer —respondo finalmente.

—¿Es por Daniel?

—No, bueno, él tiene parte de culpa, pero no.

—Como no seas más específica, no voy a poder ayudarte.

Resoplo abrumada.

Debería contárselo y pedirle consejo, pero no sé si quiero escuchar hablar de responsabilidades ahora, a fin de cuentas él tampoco podrá decirme mucho porque no es padre.

«Qué complicado...».

Mi tío se acerca a mi cama con la intención de sentarse a mi lado, pero detiene su andar al mirar mi escritorio.

—¿Eso es...? —no llega a terminar la pregunta porque sabe perfectamente lo que es, aún así, asiento con la cabeza de forma lenta y pesada—. Hostia puta.

—Ya, eso digo yo. Hostia puta...

Termina por sentarse a mi lado y pone la mano sobre mi hombro intentando darme un apoyo que no sé si me ayuda o me hunde más.

—¿Daniel lo sabe?

—Daniel ya está mirando ropita de superhéroes por Amazon.

—Así que no está molesto —comprende, pareciendo aliviado.

Entre Tus BrazosUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum