29 | Mi tormenta perfecta

125K 15.1K 24.4K
                                    

Axen caminó en silencio a mi lado y cuando yo me quedaba atrás por lo lenta que era —o tal vez porque él era demasiado alto y sus pasos eran enormes para un pitufo como yo—, él se detenía refunfuñando hasta que estuviera a su lado.

Sí, estaba empezando a retrasarme a propósito solo para molestarlo.

Hicimos una parada en la que compró venditas y una crema. Oh, y unas papitas fritas que le pedí. Él me miró como si quisiera terminar con mi existencia, pero yo solo sonreía emocionada con mis papitas en lo alto.

—¡Mira! —Le mostré mis papitas en la cara.

Era lo primero y tal vez último que me compraba, así que primero haría una oración en nombre de todas las chicas que tenían un Grinch que no les compraba papitas. Al menos el mío me compró unas.

El mío...

Sacudí la cabeza e intenté abrirlas, pero Axen me las arrebató.

—¡Esas son mis papitas!

—Yo las compré.

—Pero yo las pedí.

—Ahora son mías.

—Aparte de Grinch, roba papitas —refunfuñé.

Y así seguimos nuestro camino hasta nuestra parada final. El fin del mundo.

Me senté en el pasto, sonriente. Axen se quitó los audífonos y se sentó a mi lado, sacando las cosas de su mochila. Le quité las papitas y las abrí.

—¿Quieres?

—No.

Mi esperanza se desinfló, así que hice pucheros y me limité a masticar una. ¿Que acaso no se da cuenta que nunca comparto mi comida? Axen me echó un vistazo y al ver mi cara de perrito abandonado molesto con la vida, puso los ojos en blanco y comió una.

Sonreí como una tonta.

Nos quedamos en silencio un rato más con el único ruido de las papitas siendo masticadas por mí. Él aún estaba molesto por lo que pasó, pero cuando le sonreía veía cómo esa molestia se iba esfumando de sus ojos.

Y lo peor es que cuando lo atrapaba mirándome, se volvía a enojar.

¿Quién entiende a este Grinch?

—Disney.

—¿Sí?

—Deja de pensar en voz alta. Te escucho todo.

—¿Eres una especie sobrenatural? —lo acusé, abrazando mis papitas—. No leas mi mente, dementor.

Axen bufó con fastidio y se concentró en mirar el atardecer.

—Eres fácil de leer.

—Si soy tan fácil de leer, entonces ¿por qué no te das cuenta de lo que siento por ti? —solté sin pensar.

Oh, no.

Mi corazón empezó a latir como loco. Santos pitufos y santa madrecita de todas las confesiones que caen como bombas en las narices, ¿debería comprar un boleto de ida al país del nunca jamás? Este es un muy buen momento para huir. Sí, solo debo salir corriendo y...

No vuelvas a huir de mí.

Si Axen escuchó, no dijo nada. Me limité a comer mis papitas, enojada y lanzándole miradas matadoras de rato en rato.

¿En serio no va a decir nada? Por fin acepté mis sentimientos en voz alta y no frente al Señor Sapo, ¿y su respuesta es el silencio?

A menos que... ¡Me está torturando!

Una Conquista ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora