11 | Encerrados en un probador

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Después de horas de insultos, reclamos y amenazas a libros, terminé con un Grinch malhumorado a un lado y con un Mushu con complejo de ratón de la Cenicienta al otro.

—¡Esto es Disneylandia para los degenerados!

—¡Medias Raras, mira lo que encontré!

—¡A ver! —Ash me enseñó un par de medias negras—. ¡Fuchi! ¿Qué es eso? ¿Para ir a un entierro? ¿O es moco de dinosaurio?

—¡Son medias decentes para personas normales!

—¡No soy normal!

—Eso ya lo noté. —espetó Axen.

—¡Soy inevitable!

—Disney, cállate.

—Mis medias de entierro son oscuras y con dibujitos de tumbas. —le expliqué haciendo señas con las manos—. No conseguí la de los morenos bailando con la tumba, pero sí me sé el baile. Si quieres te lo enseño.

Empecé a hacer unos pasos raros. Axen puso los ojos en blanco y me dio un empujoncito.

—Solo compra y ya. —se quejó enojado.

Ash no dejaba de saltar como un saltamontes por toda la tienda, viendo ropa decente para la fiesta de mañana, mientras yo jalaba a Axen de un lado a otro, tomando una montaña de calcetines entre mis brazos.

—¡Mira! ¡Han salido unas medias con burbujas!

Axen no me prestó atención. Se concentró en caminar a mi lado con su habitual indiferencia. Traía sus audífonos puestos y una capucha para que nadie lo reconociera, así que yo podía hablarle como loca sobre las nuevas tendencias en medias y él no me haría caso.

—Espera. —Me senté en un pequeño sofá. El Señor Indiferencia se paró a mi lado, mirando a todos lados menos a mí—. Oh por dios. Mira qué bonitas me quedan. Usaré las medias con burbujas cuando no quiera que nadie se me acerque. ¿Debería usarlas en la fiesta o tú qué crees?

Su respuesta fue el silencio.

—Ah, qué interesante. Tienes razón. Mejor uso las rojas pasionales.

El pequeño ser infernal volvió con un montoncito de ropa, emocionada.

—Con esto enloquecerás a Adam. —Me quitó mi montaña de calcetines y se la tendió a Axen, que las tiró sobre un aparador sin hacer caso a mi mirada indignada—. Ten. Encontré de tu talla.

—¿Qué es esto? —Extendí con horror una falda de cuero—. ¿Crees que mi cuerpo puro e inocente permitirá que use esto?

Santa madre de todas mis carnes, ni loca uso eso. Me puse a pensar en la última fiesta en casa de Adam. Dios, allí todas se veían muy cómodas luciendo estas faldas cortas, pero ¿y si me olvidaba que traía una y me ponía a bailar la danza del vaquero?

Oh por dios. ¡Me verían mis calzones rosados con dibujitos!

—Solo pruébatelo y acabemos con esto. —soltó Axen.

Entrecerré los ojos. El Señor Indiferencia se apoyó en la pared frente al probador con las manos escondidas en los bolsillos de su casaca, atento a que desapareciera de su vista de una vez, pero pude notar la prisa en su mirada.

—¿Qué le pasa?

—Chicas. —susurró Ash—. Siempre miran a mi hermano como si fueran caníbales.

Eché un vistazo alrededor. Santa madre del canibalismo, ¿cómo es que no noté que más de cinco chicas se estaban comiendo a Axen con la mirada? Tiempos de crisis, tiempos de hambre.

Una Conquista ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora