5 | La fiesta de la conquista

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Mi cabeza chocó contra algo duro que me hizo rebotar y un líquido frío me empapó mi camiseta. Santa madre de todas las camisetas, no a la de los Jonas Brothers. Miré apenada cómo mi camiseta se arruinaba por este líquido del mal. Oh, no. Esto no es...

Pasé las yemas de mis dedos por encima y olfateé moviendo la nariz como un cachorrito.

—¡Ew!

—Tiene que ser una broma. —espetó una voz ronca.

Esa voz.

Esa era la voz de un Grinch en potencia.

Me paralicé con las mejillas enrojecidas, levantando la mirada lentamente para añadir suspenso a mi muerte.

Axen estaba de pie frente a mí, mirándome con el rostro contraído por el enojo. Su camiseta oscura estaba manchada del mismo líquido y su vaso rojo tirado en el piso. Tenía la mandíbula tensa y unas feroces ansias por aniquilarme.

Si antes succionaba almas con la mirada, ahora era un asesino silencioso que te despedazaba con respirar cerca.

—¿Tienes una manía por tirarme las cosas?

Abrí la boca para defenderme, pero mis palabras quedaron silenciadas cuando sus ojos oscuros se clavaron en mí con más profundidad. Dios, ayúdame a no desmayarme del miedo.

—Tú deja de cruzarte en mi camino. —Me crucé de brazos, intentando mostrarme firme. Tú puedes, Alana. Deja de temblar, muestra tu furia y lo atemorizante que puedes ser. Entrecerré los ojos—. Y sujeta bien tus cosas que siempre me manchas. ¿Tienes manos de mantequilla o qué?

Axen frunció el ceño, mirándome otra vez como un bicho raro.

—¡Oye! —Escuché la voz de Etel a mis espaldas—. ¿Qué no te fijas por dónde vas? Entiendo que ella sea estúpida, pero no tienes que abusar de eso para dejarla peor de lo que ya está.

Cerré los ojos. Santa madre de todas las meteduras de pata, que alguien le cierre la boca.

—Y no vas a venir a mirarla mal, Flynn Rider. Ella tiene el cerebro del tamaño de una uva diminuta, pero me tiene a mí para defenderla.

—Etel...

—No, Cassie, no. Déjame ponerlo en su lugar. ¿Qué se ha creído para tratar como idiota a Alana? Solo yo puedo hacerlo. Que esté bueno no le da derecho a...

Se quedó callada. Todos nos quedamos callados. Los que estaban cerca a la puerta disfrutando del espectáculo se quedaron callados.

El rostro de Etel se tornó rojo, pero su postura desafiante no desapareció. Dios mío, podía ver en sus ojos los cabezazos contra la pared que se estaba dando.

Le eché un vistazo a Axen. Él la miraba fijamente.

Uff. Al menos Cara de Lápida no se estaba burlando.

—Señoritas. —Una voz coqueta apareció en el escenario del caos. Adam nos sonrió con su sonrisa perfecta y abrió la puerta de par en par—. He venido a rescatarlas de la humillación pública.

Mis piernas se volvieron fideos y la saliva se me escurrió de la boca. Él traía el cabello rubio oscuro desordenado y una camiseta a cuadros con las mangas remangadas. ¿Que si se veía bien? Esa palabra no le hacía justicia. Era todo un príncipe azul conquistador de corazones vírgenes como el mío y él lo sabía.

Axen soltó un resoplido, pasó por nuestro lado y se perdió en el jardín.

—Él es así. —Adam nos sonrió con una mueca de disculpa—. Parece que te quiere matar, pero es un buen tipo.

Una Conquista ImperfectaWhere stories live. Discover now