Dos muertes y una vacante, fragmento segundo.

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Cuando James llegó al Hostal La Campiña, donde estaba Johanna esperándolo, lo primero que hizo fue ir a la recepción, a preguntar acerca del padre Lucas Llanos. La recepcionista y dueña del hostal, ya acostumbrada a su presencia y a que James era un pastor y; por lo tanto, un hombre de bien, lo recibió con los brazos abiertos y le aclaró rápidamente las preguntas que le hizo. Sin protestar ni preguntarse el porqué, simplemente le dio la información. Le aclaró que, en efecto, el padre Lucas Llanos había caído enfermo en diciembre, después de una misión a la Isla Grande, donde estuvo en contacto con algunos comuneros que estaban en situación de calle, a quienes les llevó víveres, café, alimentos y ropa de cama. Cuando regresó de su misión de ayuda, le dijo al diácono que no se sentía bien, y que iba a tomar una siesta en su cama de la habitación anexa a la iglesia; una pequeña sacristía en la que residía habitualmente como guarda templos, considerando que el día siguiente le correspondía dar la usual misa de los domingos, dijo que se acostaría temprano y descansaría. A la mañana siguiente, y luego de casi cuarenta minutos de atraso en abrir las puertas de la iglesia para la misa correspondiente, los vecinos le pidieron a uno de los chicos que se encaramara por una ventana y fuera dentro a ver qué le pasaba al padre, pensando que podía haber tenido un accidente, e incluso pensando que podía haber ocurrido lo peor.

Con el paso de los minutos, y cuando el chico abrió las puertas de la iglesia corriendo y avisando lo que había visto, se dieron cuenta que el padre estaba en cama, respiraba con dificultad y ardía en una fiebre que hacía parecer que en cualquier momento se encendería en llamas. Los vecinos llamaron al servicio de urgencia, el que vino desde el pueblo más cercano y que llegó en unos veinte minutos y se lo llevó, con las balizas a todo volumen, al hospital parroquial, donde por carecer de los insumos mínimos, sólo se le dio un antipirético y se esperó a su muerte. Finalmente, el deceso del párroco fue informado como una neumonía por COVID, que hizo que la mayoría de los feligreses y vecinos que habían entrado a buscarlo se escondieran en sus casas e hicieran una cuarentena prolongada, sin asomar siquiera su nariz por una ventana, por el miedo de haberse contagiado. El diácono, que fue junto al padre Lucas a la misión a la Isla Grande, falleció al mes siguiente, también por una neumonía, mientras dormía una siesta un viernes por la tarde.

Ahora, habiendo pasado varios meses de la partida del párroco, la iglesia continuaba abandonada, la arquidiócesis que sostenía la iglesia había abandonado la idea de reponer al párroco, al menos hasta que se volviera a un estado de normalidad y, por esto, los feligreses iban a tener que contentarse con rezar en sus casas.

—¡Qué tragedia! —dijo James, sin realmente sentirlo, pero ocultándolo a la perfección.

—Sí..., la verdad es que no todos conocen la historia completa, pastor. Pero a mí me tocó llevar en mi auto a la familia a buscar el cuerpo, y ellos me contaron todo. La mayoría de los vecinos de acá de Montaño supieron solo que había muerto de COVID y que el diácono también. Después de eso, quedaron todos asustados.

—¿Y la familia? ¿Sigue viviendo acá?

—No, pastor —respondió Susana—. La familia se fue a vivir al pueblo. La verdad es que a ellos ni siquiera les gustaba aquí, y estaban sólo por el padre —continuó, mientras arreglaba algunos asuntos en la recepción. Luego sacó la llave y se la entregó a James—. Su esposa no ha salido en todo el día —agregó.

—Bien —contestó James, con una sonrisa de satisfacción, pero que Susana interpretó como juguetona, para luego sonreír de regreso.

Antes de irse, se volteóy se aseguró de que la familia del padre Lucas no estuviera en Montaño,preguntándole a Susana si estaba segura de lo que le había dicho y que; por esemotivo, tendría que vérselas sólo con la arquidiócesis. Tratar con un puñado depersonas no era para nada complicado, pero tratar con un montón de religiososconservadores sería una tarea diferente, para la que con toda certeza setendría que preparar bien.

Padre, he pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora