Prólogo.

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Kyoka Jiro desde los tres años mostró un gran interés y pasión por la música y no es sorpresa, ya que sus padres son músicos pero, a pesar de que ellos les tomó muchísimos años dominar sus instrumentos, la pequeña Kyoka ya sabía tocar el piano a pesar de nunca haber tenido clases. Sus padres más impresionados estaban cuando con cuatro años ya sabía tocar la batería. Ellos lo sabían, era un niña prodigio.

En la primaria, ya era muy popular y tenía muchos amigos y amigas que adoraban a Kyoka y su pasión por la música añadiendo el talento que la caracteriza pero, un día todo cambio. A sus diez años, ella y su padre iban camino a casa en un automóvil cuando de pronto otro se estrelló contra ellos por haber pasado el rojo del semáforo. El otro conductor murió al instante.

Todo estaba borroso para Kyoka y un ligero zumbido recorría sus oídos. Poco a poco su audición volvía al igual que su vista. Lo que escuchaba eran las incesantes y ruidosas sirenas, personas gritando, como se movían los escombros, etc. "La encontramos. La encontramos", fue lo último que la niña escuchó antes de desmayarse.

Pasaron dos días. La pelimorada lentamente abría sus ojos mientras una gran luz blanca lastimaba sus ojos. Aún tenía la mirada borrosa pero eso no le impedía voltear a ver a su alrededores mientras poco a poco su vista se volvía más clara para darse cuenta que estaba en un hospital recordando el accidente que tuvo. Su padre, quién tenía una pierna rota, estaba en la camilla de a lado mientras que su madre entraba al cuarto con el doctor notando que Kyoka había despertado.

Su madre la abrazó mientras lloraba desconsoladamente pues la noticia de que su hija estaba bien la alegro después de días de incertidumbre. El doctor la examinó concluyendo que no había nada inusual en su mirada, audición y ningún riesgo de algún daño cerebral. Sin embargo, la pequeña tenía un dolor en todo su brazo derecho. Su madre y padre voltearon a verse como si supieran de que se trataba.

- Kyoka. - Dijo su madre tímidamente. - Será mejor que escuches lo que el doctor tiene que decir.

La pequeña se incorporaba mientras tomaba su brazo que seguía doliendo. El doctor colocaba algunas radiografías mostrando el brazo derecho de la niña. Para ella, no veía nada fuera de lo inusual pues al final de cuentas, ella no sabe mucho acerca de la anatomía humana. Volteo a ver a su padres quienes se notaban tristes.

- Se que a simple vista no se ve diferencia alguna, pero la hay. - Comentó el doctor seriamente. - Tú brazo sufrió una cortada muy profunda mientras estabas atrapada en los escombros causando que llegará a tus articulaciones. Tuvimos que operar para que no perdieras la movilidad completa en tu mano y brazo. Pero, aún así, dos de tus dedos han quedado completamente inmóviles. Muchas de tus actividades, no podrás realizarlas nunca más.

El mundo de Kyoka quedó ensordecido por un momento y la frase: "Nunca más" retumbaba dentro de la cabeza de Kyoka mientras no escuchaba los sollozos de su madre mientras que a su padre lo invadía la culpa.

Una vez en cada, Kyoka subió a toda velocidad a su habitación para demostrar al doctor que estaba equivocado. Fue primero al piano. No podía mover sus dedos tal como dijo el doctor y, al forzarlos, sentía un dolor extremo que se entendía por su brazo y mano. Lo intentó con todo, pero seguía fallando.

Lo intentó una y otra y otra y otra vez hasta que lágrimas , tanto de dolor como de impotencia, comenzaban a resbalar los su mejilla y esas pequeñas lágrimas, se convirtieron en una llanto descontrolado. Aquel día, Kyoka cambio.

Aquel llanto dejo a Kyoka agotada. Su padre, aún con una muleta en mano, la llevó hasta su cama donde también la arropó. Ella no podía verlo, pero lágrimas comenzaron a caer del rostro de su padre dejando salir también unas palabras:

- Lo siento, hija mía...

Seis años después.

Un automóvil a velocidad moderada avanzaba por la gran ciudad. En el asiento trasero, hay una chica con sus audífonos puestos. Ve las calles pasar sin siquiera mostrar algún tipo de emoción a lo que hay afuera. Ni siquiera voltea a ver las nubes. No ve siquiera un mundo lleno de color.

El automóvil se detiene frente a una gran escuela. La chica se despierte de sus padres con una sonrisa que llevo años practicando mientras bajaba del auto. La puerta era enorme y, en el punto más alto, el logo de la escuela se puede leer: UA. Una de las más prestigiosas escuelas en todo Japón. La pelimorada se adentra a la gigantesca institución sin ver a nadie. Sin interactuar con nadie. Después de todo, para Kyoka, su vida acabó hace mucho tiempo.

La Chica Semitransparente.Where stories live. Discover now