Adiós momento romántico

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No entiendo como pude salir con este engendro del demonio.

Me daba ASCO, sentir sus labios recorriendo mi cuerpo, sus manos sujetandome para que no me moviera, su cuerpo inmovilizandome y su...¡su cosa! haciendo presión en mi pantalón.

Sus labios se posaron en los míos.

¿No creerá que le voy a besar? Mordí su lengua en cuanto tuve oportunidad y él se apartó un poco sonriendo. ¡Está loco!

-¿Así que la zorra quiere jugar? Juguemos.-Dijo mientras agarraba con más fuerza mis muñecas, dolía.

-Eres un imbécil.-Escupí con todo el odio del mundo.

-Un imbécil que te va a follar, bonita.-Me miró como si fuera un juguete que deseaba, como si pudiera controlarme, pero no sabe con quien se ha metido. Pensé unos segundos, en los que el imbécil baboseaba mi cuerpo una y otra vez, y hablé.

-Al menos podrías dejarme hacer algo.-Dije con voz seductora mientras intentaba no vomitar.

-¿Ahora quieres hacerlo por las buenas?-Dijo incrédulo y yo asentí como una niña buena.

-He pensado que si vas a hacerlo debería disfrutarlo. -Dije mientras me mordía el labio. No sé porque pero a Asier eso lo descontrolaba y a este...Bueno supongo que también porque soltó mis muñecas. Mal hecho, idiota.

Posó sus manos a los lados de mi cintura y me miró con deseo. Patético imbécil...

Acerqué mis manos al borde de su camisa y se la quité, él gimió al notar mis dedos en el borde de su pantalón, y aún más cuando desabroché el botón y bajé la cremallera.

-Date prisa, nena.-Suplicó. Yo sonreí y esperé mientras él se sacaba los pantalones.

Gracias a Asier no me sorprende ver lo que estoy viendo, aunque la de Asier es mucho más grande. ¿En qué cojones piensas, Victoria?

Volvió a acercarse a mi y me besó, puaj.

Intentó quitarme la ropa pero negué con una sonrisa pícara.

-¿Qué cojones haces?-Preguntó desesperado mientras me apartaba para que no pudiera desvestirme.

Sonreí de nuevo y bajé mi mano hacia sus partes, él sonrió, pero esa estúpida sonrisa se fue cuando se las retorcí hasta que gritó de dolor.

-¡Zorra!-Gritó mientras caía en el suelo y se agarraba la parte dolorida.

-Poco original...-Me burlé mientras me levantaba de la cama y salía corriendo de la habitación.

No pude llegar muy lejos porque fue salir de la habitación y chocar con un cuerpo. Alto, fuerte y moreno. Espera, este tipo me suena...

-¿Qué haces aquí, monada? Vuelve dentro.-Dijo sonriendo y cruzando sus brazos en su pecho. Oh,no. Esto no me gusta.

-No.-Dije intentando parecer firme. Este hijo de puta estaba vigilando mi habitación para que nadie entrara. Era el mismo imbécil que me encontré cuando fui a buscar a Diego y no me dijo donde estaba.

-No te esfuerces, monada. Va a pasar quieras o no.-La ira en mi interior superó el miedo. ¿Por qué insisten tanto en que me folle a ese gilipollas?

-¡No me llames monada, retrasado! ¡Aparta de mi camino!-Intenté escabullirme por la derecha y luego por la izquierda, pero nada, demasiado grande.

-Mira pequeña zorrita, vas a entrar y a hacer lo que mi amigo te diga.-Descruzo los brazos y puso sus manos en puños.

-¿Crees que me asustas?-Estoy acojonada, pero él no tiene porque saberlo.-Déjame en paz. Pagale a una puta para que se desahogue, o follatelo tú que te veo con más ganas de complacerle.-Me miró con odio. Su cara empezaba a tornarse roja de la ira.
Aguanta Vicky, no flaquees ahora.

Tras las aparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora