El baile

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Ya era el día, ese en el que todo debía terminar. El día del baile, donde debería probar que Diego había cambiado o debía desvelar todo y hacerlo sufrir como nadie nunca lo había hecho. Aunque ya sabía que la segunda opción no ocurriría, o al menos no por el proyecto PLAYBOY.
Las piernas me temblaban mientras miraba en el espejo mi reflejo, el vestido que llevaba me quedaba bastante bien pero ahora mismo lo único en lo que podía pensar era en Diego, en Asier...
¿Sabéis lo duro que resulta estar por el día con uno y por la noche con el otro sin que el primero se entere? ¿Lo difícil que resulta no sentirse mal al ver que un chico tan maravilloso como Diego se enamora e intenta cambiar mientras yo estoy con su hermano? Claro que aunque lo intente no puedo no sentirme mal.
Alguien llamó a la puerta y mi corazón acelerado dio un respingo.
Caminé hacia la puerta y al abrir allí estaba él, con una americana negra desabrochada, vaqueros y una camisa blanca que le hacía ver tremendamente sexy.
-¿Vas a dejarme pasar o tengo que desnudarme aquí mismo?-Mi boca se ensanchó en una sonrisa y tiré de su camisa hacia mi. No sé qué tiene este idiota pero es abrir la boca y hacer que quiera taparsela a besos.
Cerré la puerta con la espalda ya que él había tomado el control y me besaba tan intensamente que si me soltaba la cintura seguramente me derretiría allí mismo.
-Es de día.-Susurré entre beso y beso. Las piernas ya no me temblaban, ahora simplemente luchaban contra los impulsos de rodear su cintura.
-Si, bueno...romper las reglas no está mal.-Comenzó a bajarme el tirante del vestido mientras dejaba pequeños besos que me llevaban a un mundo en el que sólo estábamos él y yo.
-¿Si?-Asintió.-Asier...-Susurré.
-Vicky...-Me imitó mientras me subía la parte baja del vestido para que mis piernas pudieran seguir sus impulsos y rodearlo.
Y sin pensarlo dos veces lo rodee cuál koala y comencé a besarle con desesperación. Él sonrió y yo mordí su labio inferior mientras él ensachaba aún más la sonrisa.
-¿Puedo preguntarte algo?-Dijo mientras besaba su cuello. Asentí sin dejar de besarlo. -¿Por qué te gusta tanto morder?
Una pequeña sonrisa se formó en mis labios y al instante le mordí el cuello con la esperanza de dejarle marca, él río y me presionó aún más contra la puerta. Yo gemí con el golpe pero no de dolor precisamente y él volvió a sonreír.
-¿Quieres jugar?-Dijo mirándome a los ojos. Rodee su cuello con mis brazos y jugué con el pelo de su nuca mientras miraba sus labios. Me besó, le besé y repetimos unas 20 veces antes de que alguien llamara a la puerta, no sé cuanto tiempo estuvo llamando, haciendo que mi espalda vibrara y regresara al mundo real.
-¿Si?-Dije tras recuperar el aliento y ya en el suelo.
-Soy yo, pequeña. ¿Estás lista?
Mierda. ¿Acaso no puede llegar media hora tarde?
Mi mirada se dirigió a Asier que tras un corto beso se metió bajo la cama. Últimamente lo hacía mucho ya que su hermano había cogido la costumbre de venir cuando no debía.
-Si, dame un segundo.-Me coloqué el vestido y abrí la puerta.
-Wow. Estás...estás...
-Sin peinar ni maquillar, no me mires.-Me tapé la cara con las manos y me di la vuelta. Sus brazos me rodearon por atrás y me giró hacia él, bajó mis manos y me miró directamente a los ojos. Algo dentro de mi se movió, no era como con Asier. Pero era algo y no me gustaba.
-Estás preciosa.-Me besó suavemente y yo le seguí el beso hasta que recordé que Asier seguía aquí.
-Tengo que terminar de arreglarme...espérame en la cafetería, no tardo.-Le di un corto beso y lo eché de la habitación.
De espaldas a la cama cerré los ojos y recé para que saliera un Asier feliz y sonriente pero no fue así.
-¿Segura de que no sientes nada? No me lo ha parecido.-Mordí mis uñas aún sin girarme hacia él. ¿Qué debo decir? "No, no siento nada. Estás celoso." "No sé lo que siento." Todo acabaría mal. Lo primero por mentir y lo segundo por decir la verdad.
-Estoy segura de que te quiero a ti.-Ja. En eso no he mentido. Noté su respiración cerca de mi nuca y se me pararon los músculos, aún más cuando me agarró y besó mi cuello.
-Te quiero.-Me giró y me besó con tanta ternura que temí que fuera un adiós.
Ante esta idea me separé y lo miré directo a los ojos, no parecía estar bien.
-¿Qué te pasa?
-Nada.
-No me engañas. Soy una chica, ¿recuerdas? Sé cuando un nada es algo y este "nada" lo es.-Sonrió con desgana mientras acariciaba mi mejilla.
-No quiero que me dejes, menos por él.
-No lo haré. Esta noche todo terminará.-Sus ojos se llenaron de esperanza y a la vez de miedo.
-¿Vas a romper con él? -Asentí.-Pero...
-¿Pero...?
-No quiero que le hagas daño. Él...él ha cambiado.
-Lo sé. Pero debo hacerlo.
-No hay otra forma, ¿no?
-No si quieres que sigamos juntos.-Sus ojos se abrieron tanto que pensé que se le saldrían de las órbitas y en mi interior las mariposas empezaron a salir a medida que se acercaba.
-Eso siempre.-Nuestros labios se fusionaron en el beso más intenso y dulce que jamás me han dado, superando con creces todos los anteriores.
-No me gusta esa palabra.-Nuestras frentes reposaban sobre la del otro, mientras nuestros corazones intentaban volver a su ritmo normal.
-¿Siempre?¿Por?
-Porque nada es para siempre. Todo se acaba. La vida llega a su fin y ese "siempre" queda volando en el aire. No existe un siempre, sólo una vida.
-Entonces te querré durante toda mi vida.
-No digas lo que no puedes cumplir.
-¿Ah, no? ¿Quién me lo va a impedir?
-Mi bipolaridad.
-Amo tu bipolaridad.
-Mi...
-Oh, calla ya.-Volvió a besarme y no pude evitar sonreír.
¿Sabes esa sensación en la que el mundo puede irse a la mierda que te da igual? ¿Ese mundo que se crea sólo con la presencia de dos cuerpos? ¿Esa felicidad que se queda en tu mente durante días, meses, años...? Pues eso me pasaba en ese momento.
-Tengo que terminar. Deberías irte.-Dije mientras me sentaba en la cama y me terminaba de alisar el pelo. Él asintió y se fue.
Cuando terminé de prepararme me puse unos tacones negros y bajé a la cafetería donde me esperaba Diego. Mi corazón se aceleró del miedo que recorría mis venas. Sofía ya sabía que había cambiado, por lo que ahora debía dejarlo. Por si no lo había dicho, él dejó a su novia la misma noche en la que le sacamos las fotos, por lo que en teoría el único que tenía cuernos era él. Me sentía mal, muy mal. Me sentía como la peor persona del mundo, pero yo quería y quiero a Asier, debía terminar con esto.
-Cada vez te superas más.-Besó mi frente después de abrazarme y caminamos hacia el pabellón donde se celebraba la fiesta.
Caminábamos en silencio agarrados de la mano mientras escuchábamos cada vez más cerca la música, estaba sonando una lenta.-Vamos, quiero bailar.-Me agarró de la mano y me hizo correr hacia la fiesta.
¿Acaso no sabe lo que duelen los tacones? Corriendo no duelen menos...
Entramos en el lugar y varios pares de ojos se nos quedaron mirando raro. Yo miré a Diego pero él parecía no haberse dado cuenta, genial, ahora estoy loca.
La noche iba bien, a excepción de esas miradas que no entendía. Incluso me había olvidado de lo que debía hacer, pero obviamente tenía que pasar. Y tenía que hacerlo en el descanso que mira tú por donde llevaba ya 10 minutos. Diego había ido a por algo de beber y su querido hermano se me había acercado.
Mis piernas temblaban tanto que hacían que mi cuerpo lo hiciera también dándome un efecto de batidora.
-Relájate. Todo irá bien.-Su voz rozando mi nuca me hizo estremecer y calmar mis nervios. Es increíble el poder que tiene sobre mi, es escucharlo, sentirlo u observarlo y relajarme por completo.
-Tienes que hacerme un favor.
-El que quieras.
-Quédate conmigo, no puedo hacerlo sola.
-Vicky si me quedo le dolerá más. No puedo hacerlo, pero me quedaré cerca.-Besó mi frente rápidamente y se apoyó en la pared mirando hacia un punto detrás de mi. Señaló con la cabeza y yo me giré para encontrarme cara a cara con Diego. Tragué saliva y cogí la copa que me tendía.
-Espero que te guste. ¿Te pasa algo? Estás pálida.-Apoyó su mano en mi mejilla mientras me miraba con preocupación y yo...bueno, rezaba para que la tierra me tragara o para que la copa estallara en mil pedazos y uno de ellos me cortara las cuerdas vocales. Pero nada pasó.
-Tenemos que hablar.-Hablé demasiado bajo. Con mucho miedo y tristeza, no quería que volviera a caer en las drogas, no quería que dejara de ser el chico tan maravilloso que yo sabía que era.
-No me gusta como ha sonado eso. ¿He hecho algo mal? Yo...Vicky, yo te quiero. Siento si he hecho algo que no debía.
-No, no has hecho nada. Es sólo que...bueno yo...yo no te merezco.
-No digas eso. Claro que si, soy yo el que no te merece y aún así me has elegido. Eres lo mejor que tengo.
-No me digas eso. Soy la peor persona del mundo, no te merezco...Tú has cambiado tanto mientras yo me he convertido en algo que no soy y en algo que odio.-Las palabras me hacían daño y él no entendía nada, pero no podía decirle la verdad. Si lo hacía le haría aún más daño. Ya no podía controlar las lágrimas que emanaban de mis ojos ni la respiración acelerada y difícil de normalizar. Ahora era el momento de decirle adiós, pero no podía hablar.
-De verdad que me estas asustando, por favor tranquilizate. Victoria te quiero y eso nadie lo va a cambiar porque tú has conseguido que vuelva a ser yo, has conseguido que vuelva a creer en el amor, en las personas...No puedes decir que no me mereces cuando tú me has hecho así.
-Diego, yo...-No pude hablar más, mi cuerpo decidió que era mejor salir corriendo mientras lloraba como una cobarde.
Y si, soy una cobarde. No he sido capaz de dejarlo, ni de decirle la verdad. ¿Cuánto tiempo más voy a tener que seguir así?
Pero, ¿cómo no pensé en esto antes? La hora de terminar con todo. No sabía como lo iba a hacer, no lo había planificado y así de bien ha ido.
Llegué a mi edificio y me senté en el pasillo de la planta baja, no tenía ganas ni ánimo para llegar a la habitación. Las lágrimas quemaban con cada roce y el pecho me dolía de la impotencia. Quería gritar y romper cosas pero ni la voz ni la fuerza parecían habitar en mi.
Escuché unos pasos acelerados unos segundos después y mantuve la respiración, no quería que nadie me viera así. No quería ver a nadie.
A pesar de mis intentos por esconderme alguien me encontró. Su voz me extrañó, pues no debería estar aquí, no aún.
-Vicky, sé que estás aquí. Debemos hablar. Por favor.
No contesté. Por mucho que quisiera levantarme y correr hacia él, mis piernas no reaccionaban y mi voz...mi voz parecia haberse esfumado temporalmente.
Los pasos se acercaron y yo no sabía que hacer, esconderme o salir.
-Vicky, soy yo. Sabes que puedes confiar en mi. No puedo verte mal pero tampoco no verte. Sal, por favor.
-Estoy aquí.-Susurré lo suficientemente alto para que me escuchara. En dos segundos tuve sus ojos azules observando los míos y sus fuertes brazos abrazándome haciéndome sentir en casa.
Porque él era mi mejor amigo pasara lo que pasase y el único al que necesitaba ahora mismo por muy raro que parezca.
Ni Diego, ni Asier, ni nadie. Él.

Tras las aparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora