Prólogo

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Me desperté con el sonido de la alarma del móvil, sonaba una estúpida canción ¿la típica del móvil que al escucharla quieres estamparlo contra el suelo para que deje de interrumpir tus dulces sueños? Pues esa.

La retrasé y me di la vuelta mirando la ventana, cerré los ojos para volver a dormir unos minutos más pero la luz que entró por la ventana, esa que antes estaba a oscuras, me dio en toda la cara.

-Hummm...-Gruní mientras me tapaba la cara con la almohada que olía a mi champú de frutas.

-Ni hummm ni nada, venga enana levanta ya.-Dijo mi hermano tirándome un peluche de un husky (el único que tengo) que estaba en el suelo.-Es lunes y tienes que ir a clase.

-Hummmm...-Intenté replicar algo pero sólo ese sonido salió de mi garganta.

-Si no hubieras salido ayer no te costaría levantarte.-Me quité la almohada y le lancé de vuelta el peluche dándole en la cabeza. Él se giró y me miró mal con esos ojos marrones que a veces dan miedo, esta no era una de esas veces.

Mi hermano, un moreno de ojos marrones, y estúpida sonrisa de lerdo era el único que se preocupaba por mis estudios, claro, él es un universitario en el segundo año de carrera y tiene que preocuparse por la vaga de su hermana de 17 años.

Me resigné a que tenía que levantarme de la cama y arrastré mis pies por el suelo hasta llegar al gran armario que tengo frente a la cama. Saqué unos vaqueros y una camiseta ancha, muy ancha, para que disimulara mis 85 kg. No es que el medir 1,60 y pesar eso me desagrade, aunque a veces si, es que no me gustan las camisetas ajustadas...me quitan la respiración.

Cogí una toalla y mi albornoz y fui al baño, me metí en la ducha y el agua recorrió mi cara....agua fría para despertarse pero para congelarse a la vez.

Una vez que salí y me vestí volví a mi habitación mientras peinaba mi pelo pelirrojo que estaba lleno de nudos...eso me pasa por no ponerme acondicionador...

Me sequé el pelo y lo dejé caer suelto y liso por mi espalda llegando por la mitad de esta.

Cogí mis pulseras y mi goma negra que nunca se separaba de mi muñeca izquierda y bajé a desayunar.

Cuando llegué a la cocina vi una taza de café con leche y una nota de mi hermano al lado.

Iba a llevarte pero eres una tardona y no quiero llegar tarde, igual te quiero enana.

Y ese es mi hermano, un chico dulce pero idiota a la vez. Ah, se me olvidaba, se llama Adrián.

Me lo bebí de un trago y volví a subir corriendo a mi habitación a por la mochila que había dejado el viernes en el suelo, debajo del escritorio y como no, sin preparar.

Metí rápidamente los libros en la mochila y cogí el archivador preparada para el lunes....bajé las escaleras y cerré la puerta con llave al salir, me puse los cascos y en media hora ya estaba en clase, 5 minutos de retraso pero en clase.

El profesor se me quedó mirando con desaprobación y yo simplemente le ignoré. Caminé hasta mi sitio en la última fila y mi amiga Sheila me sonrió, golpeó la mesa que tenía detrás y allí me senté.

-Victoria siéntate y deja de interrumpir mi clase.-El profesor volvió a darse la vuelta y a escribir en la pizarra fórmulas matemáticas que dudo que alguien pudiera entender.

-¿Irás a la excursión de fin de curso?-Susurró Sheila con una sonrisa en su cara. Era muy guapa, sus ojos verdes se resaltaban con su pelo rubio y sus dientes perfectamente blancos. A veces la envidiaba por ello...en comparación con ella una chica morena, de ojos marrones y dientes amarillentos por el tabaco no era nada.

Tras las aparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora