Capítulo 44: Entre Creerse Y Ser Dios Son Cosas Distintas

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Sé que seguro lo ignoraran, pero tengo el deber de advertir que si eres sensible te recomiendo saltar partes (si eres terco también) y pido discreción (que cool sueno como el Discovery Investigation)

=Canaán=

Recuerdo tener ocho años. Recuerdo estar tapándome los oídos con mis manos aguantando los gritos de mamá, abajo en la cocina. Recuerdo un golpe que sonó con fuerza por la casa.

Recuerdo bajar y salir corriendo por la puerta trasera.

Me había sentado en la vereda aún con los ruidos de mi casa de fondo, y escondí mi cabeza entre mis rodillas.

Hasta que escuché un ruido alterno al mío, uno fuera de mi burbuja, una que desesperado llamó mi atención. Era mi vecino con una bolsa negra en su mano, rodeó la casa y dejó caer la bolsa a la basura, se sacudió las manos y me miró cuando recién me notó.

Él me sonrió y me saludó con la mano antes de entrar a su casa de nuevo.

Curioso fui a su basurero, si buscas otra razón no la hay, tal vez mis ganas de alejarme de casa podía ser. Volteé el contenedor, por alguna razón era bastante bajo, una de las razones por la que mi padre me tomaba por bastardo, pensando que era de alguien más.

Me asomé esperanzado de que mi querido vecino no apareciera, gracias que no sucedió.

Volví mi atención a la bolsa negra, un olor fétido provino de él, aumentando mi curiosidad. Sentí un dejo de adrenalina recorrerme el cuerpo, el ser atrapado, ser descubierto me causaba alguna gracia, era como estar en un juego, en algo irreal.

Un escape.

Después de un par de intentos abrí la bolsa, el olor a podrido golpeo mi nariz sin piedad e hice una mueca. Una bola de pelos se encontraba ahí llena de sangre, trate de moverla, pero de inmediato mi mano se ensucio de ese liquido rojo, miré mi mano con fascinación y froté mis dedos sintiendo la extraña sensación de la sangre en mis dedos.

Conocía ese pequeño cuerpo, el aullido de un perro por las noches vino a mi mente, a la vez que había notado que hace un par de días que no lo escuchaba.

Así de frágil era la vida, si él tenia ese poder, me preguntaba si yo...

—¡Hey!—me gritaron—. ¿Qué diablos estas haciendo?

Mi vecino frunció el ceño mientras dio un paso adelante, yo alarmado me levanté y hui calle abajo, corrí lejos de casa intentando sentir esa adrenalina que había sentido antes, cerré mis ojos concentrándome, quería que esa agradable sensación me recorriera entero.

Así que corrí sin parar, frustrado por que no conseguía nada.

Hasta que choqué con un cuerpo haciéndome caer al suelo y rasparme las manos con fuerza.

—¡Au!—se quejó con quien había chocado, supuse que quien fuera no se debió golpear tan fuerte como yo, pues este se levantó con dificultad—. ¿Estas bien?—me preguntó con la voz más dulce que había escuchado nunca

Levanté la vista y la garganta se me seco ante lo que veía. Era una chica, la más linda que había visto, su cabello castaño estaba suelto y tenia un par de ondas, además de unos ojos azules profundo. Ella se frotaba el brazo donde tenia un pequeño raspón en su blanca y perfecta piel.

Un pequeño hormigueo me recorrió, el más familiar que había sentido momentos antes. Todo pudo ser perfecto desde ahí, hasta que una voz interrumpió nuestro momento.

—¡Angela! ¿Estas bien?—le preguntó un chico rubio, un poco más alto que ella

Los ojos marrones del chico rubio inspeccionaron su brazo, que empezaba a tomar un color rojizo. La linda chica se sonrojo ante el delicado agarre de niño, y yo sentí mi mandíbula tensarse.

Un Misterio en BerkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora