Capítulo 41: La Verdad No Te Hace Libre

192 20 44
                                    

Les di tres nombres ¿Quién es?

=Astrid=

Tomé asiento con Hipo a mi lado, su figura vestida de naranja apareció en mi campo de visión, prácticamente el guardia le fundió el trasero en la silla con un solo empujón. Hipo y yo llevamos el teléfono a la oreja como si lo hubiéramos ensayado.

Aunque jamás pensaría estar en esta posición.

Papá nos imitó y por mi cara de seguro supusó que vine por un propósito, así que aguardo silencio.

—Sé lo que hiciste—fue lo primero que se me ocurrió tras haberme quedado mirándolo tratando de imaginarlo hace un par de años. Mi mandíbula se tensó—. Pero antes de sacarte, quiero oírlo de ti, tú versión, necesito saber si vale la pena pelear tanto

Papá absorto en sus pensamientos, le dirigió una mirada a Hipo, como evaluando que tanto sabía

—Mi padre estuvo involucrado, lo sabemos—respondió ante la mirada oscura de papá, hasta me sorprendió la neutralidad de su semblante y voz—. Merecemos la verdad, es lo mínimo que pueden proporcionarnos

Él se echó para atrás aún pensativo, nos repasaba con la mirada, escaneandonos. Luego asintió acorde a sus pensamientos y volvió a su posición inicial y suspiró, tal vez pensando en que se arrepentiria de su decisión.

Pero yo ya sabía la verdad, nuestro próximo movimiento será en tribunales, así nos escucharán, pero necesitábamos la verdad, su verdad.

—Bien, es lo mínimo

=Arthur=

Éramos jovenes, lo teníamos todo, popularidad, amigos, diversión... poder. Nos creiamos intocables, invencibles, superiores. Cuanto nos equivocamos.

Al pasar el tiempo ya no eramos un equipo rodeados de personas que decían ser nuestros amigos. Nos tranformamos en un  grupo de tres con un secreto bien guardado.

Después de esa noche no tocamos el tema, jamás, ni se nos paso por la mente, era algo que simplemente decidimos evitar, así que aquello jamás volvió a salir a flote, tampoco teníamos planes para hacerlo.

Pero el mundo nos lo recordaba constantemente, como si nos dijera no solo incendiaron la escuela también sus problemas, toma.

La noticia se esparció con rapidez, para la mañana siguiente todos lo sabían: Jayden convirtió la escuela en barbacoa, o al menos gran parte de ella. El director en ese entonces, se las había arreglado para continuar con la clases en una plaza cerca de la escuela. Y con ese método también iniciaron los rumores.

Las conjeturas, hipótesis de lo que sucedió aquella noche invadía cada boca de cada estudiante, haciendo la escuela sofocante, una realidad que se restregaba y gozaba en nuestra cara.

Era, de una forma, agonizante.

De esa manera transcurrió lo que quedaba de nuestro último año, sonriendo a la fuerza para el resto, con silencios incomodos entre los tres, la culpa que asechaba todo el tiempo y por mi parte evitando estar en casa, evitando preguntas.

Cada paso que daba en los pasillos se sentía interminable, caótico. Incluso veía las paredes negras que poco a poco iban desapareciendo, pero a mi vista seguían iguales, como si solo le hubieran puesto una fina capa de pintura blanca.

Empezamos a ir a más fiestas de lo que acostumbrábamos, en parte nuestros equipos querían crear un año inolvidable y por otra el alcohol, luego llegaba a casa ebrio para luego leer como el nombre de Jayden quedaba en el lodo por mi culpa.

Mamá también lo leía y no paraba de comentar, no solo de que desperdicio mi vida, sino también el horrible acto de Jayden. Luego papá lanzaba gritos por doquier, maldiciéndome que si llegaba ebrio no hiciera ruido, golpeaba algo para apaciguar su rabia y después se ponía a gritar al lado de mi oído al no recibir ni un mísero movimiento de mi parte, ciertamente no lo escuchaba, ya tenia suficiente en que pensar.

Un Misterio en BerkWhere stories live. Discover now