22

8.5K 494 8
                                    

POV James

Dios. Me iba a volver loco.

¿Cómo podía darme ese beso tan apasionado, tan sincero, y luego irse?

Si quería hacerme sufrir, como venganza, lo estaba logrando.

No había podido dejar de mirarla en toda la noche. Parecía un maldito psicópata.

Pero es que tenía esa bikini, en su cuerpo de mujer...
De niña era preciosa, pero ahora... Era perfecta.

Suspiré y miré al cielo.
¿Qué debía hacer?

¿Ir tras ella o dejarla en paz?

¿Qué querría en verdad ella? Porque hasta hoy pensé que me odiaba, pero después de sus palabras hoy...

No sabía que pensar.

Salí de la piscina para ir servirme otra cerveza. Definitivamente la necesitaba.

Crucé el living, y cuando estaba a punto de llegar a mi objetivo, unas voces me hicieron detener.

Eva hablaba con Jess.

-La cagué- murmuraba arrastrando sus palabras. Aún seguía ebria.

-No, es sólo que estas borracha- respondió su amiga.

-¡No estoy borracha!-

Jess rió.

-Menos mal que tu padre no estará hoy-

Mis oídos se agudizaron.
¿Hoy iba a estar sola?

-Si... Todavía no se anima a decirme que esa mujer le gusta. Es obvio. Aparte ya pasaron diez años desde que nos dejó. En realidad, pienso que es sano que rehaga su vida. Es joven, y se lo merece.-

-Por supuesto. Ya encontrará la forma de decírtelo. Es dificil para él también-

-Lo sé... Jess, tu osito te llama- dijo burlona.

-Cállate- murmuró ésta y se fue.

Eva estaba sola, de pie, secando su cabello con una toalla.

Me acerqué lentamente, y susurré:

-¿Vas a estar sola hoy?-

Ella se sobresaltó en su lugar y se dió vuelta de golpe.

-Me asustaste- sostuvo su pecho agitado con su mano derecha.

-Lo siento- sonreí al verla.

-Si, voy a estar sola- desvió su mirada a mi boca y luego volvió a mirarme -Ya me voy. Adiós-

Comenzó a colocarse su vestido.

-Espera, yo también me voy- me acerqué al sillón donde había dejado mi remera y me la puse.

-¿Viniste en auto?- frunció su ceño.

-No, estuve bebiendo-

Eva asintió.

-Voy caminando, y tu casa queda de paso- mentí -Así que vamos juntos-

Ella me miró dubitativa.

-No sé... Creo que... No es lo mejor-  mordisqueó su labio inferior.

-Debo ir de todos modos, puedo ir caminando detras tuyo- bromeé.

Ella rodó sus preciosos ojos y sonrió.

-Bien, vamos-

Poco a poco nos fuimos alejando de la ruidosa casa, y nos adentramos en el solitario camino.

Estaba pavimentado, y había algunos faros de luz iluminándolo.

Eva caminaba en silencio, mirando al suelo.

-¿Recuerdas cuando me enseñaste a andar en bici y me caí?-  soltó de pronto.

La miré confundido, y sonreí.

-Si, te raspaste la rodilla y te puse una curita-

Asintió seria. Noté que ya no estaba casi borracha.

-¿Y cuando mamá murio?-

-Si- murmuré -Lo recuerdo-

-¿Y cuando te fuiste?-

-Si-

-Todas esas veces tienen en común que lloré. Pero había algo que me confortaba, y era que tú estabas conmigo en ese momento.-

Mi corazón se detuvo. Ahora ella miraba hacia el frente, pero su vista seguía perdida.

-Siempre confié ciegamente en tí, James. Creo que por eso me dolió tanto-

-Lo sé. Siempre me gustó cuidarte. Y el día que me fui, pensé que nunca más volvería a verte. No puedo explicarte la felicidad que sentí al encontrarme de nuevo con tu sonrisa...-

Eva no dijo nada. Y tampoco lo hizo hasta que llegamos a su casa.
No quise presionarla, estaba muy sumergida en sus pensamientos.

Y como la conocía, sabía que necesitaba tener su espacio.

Caminó hasta la puerta, la abrió y se detuvo.
Volteó lentamente y me atravesó con su mirada.

-Buenas noches- susurró.

-Buenas noches, Eva-

Un silencio extraño nos invadió. Ninguno de los dos se movía.

Ni ella, ni yo.

Sólo se escuchaban nuestras respiraciones agitadas.

Su mirada era como un imán para mí.

Y como si los dos lo hubieramos planeado, nos acercamos con desesperación y nos fundimos en un profundo beso.

Los labios de Eva recorrían cada parte de los míos.

Acaricié con mi lengua su labio inferior, y ella entreabrió más su boca.

Me sumergí en ella, disfrutando todo lo que me hacía sentir.

Por inercia, avancé hasta que estuvimos dentro de su casa.

Esperé que me gritara y me echara de allí, pero en su lugar, cerró la puerta y continuó besándome.

Carajo. Era el hombre más feliz del mundo en éste momento, estaba seguro.

Mis abrazos acariciaban su espalda pero no era suficiente. Eva pegaba su pequeño cuerpo a mi torso.

La tomé entre las piernas y ella las enredó sobre mis caderas.
Nuestros labios no se separaron ni un minuto.

Entre uno de nuestros besos, Eva murmuró:

-Habitación-

Alejé mi rostro unos centímetros y la observé.

-Eva, no...-

-¿No quieres?- preguntó con sus ojos brillosos.

Cómo no voy a querer Eva.

-Tu eres todo lo que siempre quise- respondí y la volví a besar con pasión, mientras subía las escaleras.


Eres túWhere stories live. Discover now