1

13.3K 535 29
                                    

Estaba hipnotizada por su presencia.
No podía creer volver a encontrarlo. Y mucho menos, aquí.

Habíamos sido mejores amigos, desde que nací hasta los diez años. Pero cuando su padre se mudó a otro país, por trabajo, tuvimos que separarnos, y no volvimos a vernos.

Nuestras madres eran mejores amigas desde la facultad. Habíamos nacido en el mismo año, siendo él unos seis meses mayor que yo.

Aún recuerdo su triste mirada cuando me contó que debían marcharse. Y, también, recuerdo cómo me largué a llorar.

Él me abrazo y susurró: "No te preocupes, volveré y jugaremos de nuevo."

¿Cómo podía no enamorarme de aquél dulce muchacho?

Sin importarme nada, caminé hacia él.

A medida que me acercaba, la diferencia de altura, se hacía mas notoria.

Me puse en medio de su camino, y sonreí alegre.

De cerca, era aún mas hermoso. Tenía un piercing plateado, precisamente una pequeña argolla, sobre su grueso labio inferior.

Esperaba que él también se alegrara. Que me saludara con efusión, quizá con un abrazo...

Pero en su lugar, una mirada de confusión se hizo presente en su rostro.

-¡James!- mi sonrisa se expandió -Tanto tiempo, no sabía que habías vuelto al país-

Él se quedó en silencio. Miré a su amigo, y éste me observaba como si fuera un bicho raro, como estuviese loca.

Y entonces, soltó las palabras más hirientes, y menos esperadas.

-Lo siento... No te conozco-

Mi sonrisa se borró de golpe.

-James, soy Eva- respondí incrédula.

Pero ni un solo músculo de su rostro se movió. Su ceño estaba fruncido, y su boca levemente entreabierta.

-Perdona, no sé quien eres-

Pasó por mi lado, y me dejó allí, sola.

Cientos de ideas se cruzaron por mi cabeza.

¿Y si no era James?

No. Era él, estaba segura. Reconocía su mirada.

Pero y entonces, ¿Por qué no me recordaba?

Era nuevo en la escuela, porque nunca lo había visto hasta hoy.
Y, curiosamente a su lado, estaba el chico más popular de aquí.

Oh no.

No podía ser.

¿Me había ignorado para pertenecer a ese grupo de idiotas?

No, No, No.

James no era así.

Aunque... ¿Qué sabía yo de él, ahora?

Habían pasado siete años, había vivido en otro país. Era prácticamente un extraño para mi.

Oh ya sé. Quizá había tenido un accidente que le había hecho perder la memoria, y por eso no se acordaba de mi.

Si, eso era bueno.

Bueno para una novela... Ésta es la vida real, Eva.

Suspiré. Me sentía muy extraña. Nunca pensé que nuesto reencuentro sería así.

-Aquí estoy. Dios, éste hombre no se cansa de hablar- Jess se acercó a mi lado.

Pero no respondí.
Estaba de pie, con mi mirada perdida.

-¿Estás bien?- preguntó.

Dirigí mis ojos a su rostro preocupado, y respondí.

-Si, lo siento. Estaba pensando en cualquier cosa- deslicé una sonrisa falsa en mi rostro. Iba a contarle, pero no me sentía de humor para hacerlo en ese momento.

Jess sonrió.

-Bien, ¿Vamos?-

Asentí y caminamos hasta nuestro barrio.
Quedaba a unas veinte cuadras de aquí, pero siempre íbamos juntas, así que el tiempo pasaba rápido.

Jess habló todo el camino sobre cuánto le gustaba su vecino, un muchacho tímido, al que no se animaba a hablarle.

Sus tácticas sobre cómo llamar la atención de él, me hacían reír a carcajadas: fingía caerse, estar borracha... Incluso una vez fue a pedirle azúcar. Por dios, ya nadie hacía eso.

En cuanto llegamos a mi casa, le dí un abrazo, y nos despedimos.

Entré y estaba muy silenciosa. Siempre era así. Vivía con mi padre, que trabaja la mayor parte del día, en una fábrica en las afueras de la ciudad.
Mamá había fallecido cuando era pequeña, a mis siete años.

Y James había estado ahí para mi...

Dios. Aún no podía entenderlo.

Tomé mi celular y busqué su nombre en Instagram.
La primera foto que apareció, fue la suya.

Definitivamente, era él. Estaba de pie con su torso musculoso desnudo, una malla roja y unos anteojos negros rayban. De fondo, una fantástica playa del caribe.
No me sorprendía, la familia de James siempre había tenido mucho dinero.

Joder.

Tal vez él me había olvidado... Si. Eso podía pasar. Yo no era una persona muy memorable, y a juzgar por mi situación social actual, hasta era invisible.

Me acerqué a la heladera, y comí un poco de la cena que había sobrado.

Luego, subí a mi habitación, para descansar un rato.

Pero en cuanto cerré los ojos, su mirada confundida y sus labios entreabiertos, invadieron mi mente.

Joder. Ésto iba a ser difícil.

Eres túWhere stories live. Discover now