Min: Danza en los bosques

Start from the beginning
                                    

Morwenna sonrió con inocencia, pues en su cabeza no cabía la posibilidad de que Oropher estuviera muerto tras la guerra y solo esperaba bajar para reunirse los tres.

Finalmente el barco atracó y las rampas se pusieron para que los navegantes pudieran descender a tierra firme, algo que les parecía bastante irreal, puesto que desde que la guerra iniciara, habían visto lentamente en la distancia cómo el mar le ganaba tierra a las costas que acababan por desprenderse. Alguna que otra leyenda de una isla flotante a la deriva con un castillo de los grandes señores solía circular, pero eran cuentos de niños, pues bastaba con subirse a un barco y tomar un catalejo con paciencia, para ver como tras destellos naranjas, cenizas y humo, pedazos de tierra como témpanos de hielo en un iceberg se desprendían con estruendo y se perdían bajo las olas. Por lo que tampoco se sentían seguros en esa costa, pero si podían encontrar a sus familias y reunirse nuevamente, entonces eso ya era suficiente para ellos. 

Thranduil guió a su hermana y la ayudó a bajar por la rampa resbaladiza que otros elfos ya habían pisoteado y tras ellos al poner un pie en el césped, se escucharon gritos y alboroto.

El rubio alcanzó a empujar a su hermana y esta trastabilló cayendo en brazos de su padre.

—¡Thran! —chilló la rubia y levantó la vista hacia Oropher que la ayudaba a recomponerse.

Pero no pudo saludarlo efusiva como esperaba porque la onomatopeya de los elfos la hizo girar con horror. Por la pesadez de los baúles este había rodado tras ellos y aunque Thranduil había evitado que se cayera encima suyo, este había rebotado en el césped y se había abierto, dejando un poco de desorden entre la costa, pero más que nada, haciendo volar la mayoría de los dibujos y pinturas que Morwenna no cargaba consigo.

Morwenna abrió la boca y quiso gritar, pero recordó que no era propio de una señorita y solo le dedicó una mirada de angustia y horror a su maestra, viendo cómo sus dibujos se perdían en el aire.

—Te compraré más cuadernos y pinturas —desestimó Oropher para no hacerla estallar en llanto y besó su mano—. No es un dibujo, un trozo de papel lo que no debe perderse en estas costas, Morwenna —le recordó y esta bajó la vista hacia su padre—. Te preocupa tanto el arte como a ella... —soltó de golpe y Morwenna lo abrazó.

Se refería a su madre, a la que habían perdido en Doriath, y lo que Oropher quería rescatar era que su presencia como familia unida tras una larga y cruel guerra era lo que más importaba, no lo material. Papeles, pinturas, arte... todo podía reponerse... la vida no. Era excepcional que Námo perdonara las faltas y devolviera de la muerte a quienes habían partido, por lo que tras tiempos funestos, valorar la existencia era menester y por sobre cualquier otro asunto banal. Y aunque Morwenna lloró un poco por sus dibujos perdidos, se alegró al ver que su padre vivía y que con su hermano, los tres estaban a salvo.

Rápidamente la arropó con su capa verde olivo y guió a sus hijos a los caballos que tenía para ellos, los cuales demostraban por sus riendas cuidadas y relucientes, que el status de Oropher en ese lugar ocupaba una posición aun mayor que al separarse de ellos como un general respetado.

—Tenemos una morada cómoda para descansar, y mañana platicaremos nuestra vida aquí... puesto que ahora, hijos míos, ambos son nobles y deben demostrar sus conocimientos y modales aprendidos durante su instrucción en la isla. Den el ejemplo —pidió solemne.

Y en la otra punta de la costa, en un rincón del recientemente formado Golfo de Lhún, un dibujo le cacheteó la cabeza a un muchacho de cabellos negros, mientras que otro de similares características se rió por lo repentino del evento.

—¡¿Pero qué...?! —Se quejó un joven Elros quitándose el papel del rostro.

—Un mensaje de los Valar —bromeó Elrond y se acercó curioso en el tronco donde ambos estaban sentados mirando el horizonte e intentando encontrar paz en su libertad tras los eventos en Amon Ereb donde habían permanecido secuestrados hasta la adultez.

Solamente una vez - Coronada Flor Silvestre | THRANDUILWhere stories live. Discover now