- Como la pobre Eloise Migden - dijo Hannah Abbott, alumna de Hufflepuff, en voz muy baja -. Intentó quitárselos mediante una maldición.

- Una chica bastante tonta - afirmó la profesora Sprout, moviendo la cabeza -. Pero al final la señora Pomfrey consiguió ponerle la nariz donde la tenía.

El insistente repicar de una campana procedente del castillo resonó en los húmedos terrenos del colegio, señalando que la clase había finalizado, y el grupo de alumnos se dividió: los de Hufflepuff subieron al aula de Transformaciones, y los de Gryffindor se encaminaron en sentido contrario, bajando por la explanada, hacia la pequeña cabaña de madera de Hagrid, que se alzaba en el mismo borde del bosque prohibido.

Hagrid los estaba esperando de pie, fuera de la cabaña, con una mano puesta en el collar de Fang, su enorme perro jabalinero de color negro. En el suelo, a sus pies, había varias cajas de madera abiertas, y Fang gimoteaba y tiraba del collar, ansioso por investigar el contenido. Al acercarse, un traqueteo llegó a sus oídos, acompañado de lo que parecían pequeños estallidos.

- ¡Buenas! - saludó Hagrid, sonriendo a Harry, Draco, Ron y Hermione -. Será mejor que esperemos a los de Slytherin, que no querrán perderse esto: ¡escregutos de cola explosiva!

- ¿Cómo? - preguntó Ron.

Hagrid señaló las cajas.

- ¡Ay! - chilló Lavender Brown, dando un salto hacia atrás.

En opinión de Harry, la interjección «ay» daba cabal idea de lo que eran los escregutos de cola explosiva. Parecían langostas deformes de unos quince centímetros de largo, sin caparazón, horriblemente pálidas y de aspecto viscoso, con patitas que les salían de sitios muy raros y sin cabeza visible. En cada caja debía de haber cien, que se movían unos encima de otros y chocaban a ciegas contra las paredes. Despedían un intenso olor a pescado podrido. De vez en cuando saltaban chispas de la cola de un escreguto que,haciendo un suave «¡fut!», salía despedido a un palmo de distancia.

- Recién nacidos - dijo con orgullo Hagrid -, para que puedan criarlos ustedes mismos. ¡He pensado que puede ser un pequeño proyecto!

- ¿Y por qué tenemos que criarlos? - preguntó una voz fría.

Acababan de llegar los de Slytherin. El que había hablado era Gael Malfoy. Crabbe y Goyle le reían la gracia. Hagrid se quedó perplejo ante la pregunta.

- Sí, ¿qué hacen? - insistió Malfoy -. ¿Para qué sirven?

Hagrid abrió la boca, según parecía haciendo un considerable esfuerzo para pensar. Hubo una pausa que duró unos segundos, al cabo de la cual dijo bruscamente:

- Eso lo sabrás en la próxima clase, Malfoy. Hoy sólo tienes que darles de comer. Pero tendrán que probar con diferentes cosas. Nunca he tenido escregutos, y no estoy seguro de qué les gusta. He traído huevos de hormiga,hígado de rana y trozos de culebra. Prueben un poco de cada uno.

- Primero el pus y ahora esto - murmuró Seamus.

Nada salvo el profundo afecto que le tenían a Hagrid podría haber convencido a Harry, Draco, Ron y Hermione de agarrar puñados de hígado despachurrado de rana y tratar de tentar con él a los escregutos de cola explosiva. A Harry no se le iba de la cabeza la idea de que aquello era completamente absurdo, porque los escregutos ni siquiera parecían tener boca.

- ¡Ay! - gritó Dean Thomas, unos diez minutos después -. ¡Me ha hecho daño!

Hagrid, nervioso, corrió hacia él.

- ¡Le ha estallado la cola y me ha quemado - explicó Dean enfadado,mostrándole a Hagrid la mano enrojecida.

- ¡Ah, sí, eso puede pasar cuando explotan! - dijo Hagrid, asintiendo con la cabeza.

[HIATUS] No elegí Enamorarme  / Drarry HarcoWhere stories live. Discover now