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Bakugou observó a través de la vitrina, aquel reluciente par de anillos incrustados en piedras preciosas.

Si pudiera dárselos, pensó.

Sacudió la cabeza, ignorando aquellas estupideces. Solo conocía a Todoroki de poco, y el matrimonio todavía no le parecía una opción a Izuku, no después de todos los problemas que él chico tenía.

Pero era tan fácil sentir cariño por ellos, que su corazón se llenaba de una cálida sensación tan solo al pensarlo.

Suspiró y siguió su camino. Aquella tarde había llegado su pago mensual de la página, justo a tiempo para terminar de endeudarse con el gobierno.

Desde que él e Izuku habían iniciado con aquello, les había quedado claro que ese dinero no era para mal gastes, lo poco que sobraba de las cuentas de hospital se iban al contrato de compra de un departamento que futuramente les serviría para algo.

Bakugou no era como los otros dos, él no tenía un problema horrible que no pudiese contar, se había alejado de su familia por propia decisión y por miedo al rechazo.

Claro que, él sabía la historia de Midoriya, pero no sabía la de Todoroki y era momento de interrogarlo.

...

Su mano se cerró al rededor de la trabailla del pantalón, Shoto volteo para mirarlo y le regalo una ligera sonrisa para después seguir en el computador, inmerso en su tarea.

—Bakugou, quita la mano de ahí, no puedo concentrarme—. Le dijo él chico

—Tengo que hablar contigo—. Él rubio apoyo su mentón sobre la cabeza del muchacho

—Ve con Midoriya, él acabó sus tareas temprano

—No con el nerd, contigo.

Shoto suspiró y se dio vuelta para encarar al ojicarmin.

—La noche que pase aquí— Le recordó el rubio—. Y más vale que me digas la verdad, hay algo que nos ocultas a todos, ¿como te hiciste esa cicatriz?

La cicatriz, la maldita cicatriz, ¿por qué todos querían saber?

Estuvó a punto de apartar a Bakugou de un golpe cuando tocaron la puerta.

—Todoroki-Kun, te buscan fuera—. La dulce voz de Ochako lo trajo de nuevo a tierra.

Para Shoto, el tema de sus padres y la cicatriz lo volvían una persona furiosa y llena de crueldad hacia todos, lo volvían un desconocido y un monstruo. Lo podían hacer pasar de una sonrisa dulce a un mar de lágrimas amargas.

—No volvamos a tener esta conversación—. Advirtió el heterocromatico al salir.

Estúpida cicatriz, ¿que debía hacer? ¿Pintarse acaso la maldita cara? ¿Ponerse un letrero que dijera No preguntes?

Al llegar abajo, su enojo fue sustituido por sorpresa, sus hermanos estaban eperandolo con rostros preocupados.

—Fuyumi, Natsuo, ¿está todo bien?

—¡Shoto!— Su hermana lo abrazo con fuerza—. Dinos que estas bien

—Lo estoy, ¿no debería estarlo?

Los mayores se veían nerviosos, compartiendo miradas entre ellos.

—Los hombres de nuestro padre le reportaron que Touya volvió a la ciudad— Le contó Natsuo—. Pero está vez él no se comunicó con nosotros, ¿tienes noticias?

Cam BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora