- Nombres y edades - les ordenó ajustando sus lentes de sol.

- Amalia Pérez Volkov, 11 años - enunció la niña con una pequeña.

- Mateo Pérez Volkov, 14 años - le siguió su hermano imperturbable.

Mientras Conway abría la boca para dar una nueva instrucción, Horacio interrumpió el espectáculo.

- Descansen - les ordenó su padre al mismo tiempo que Volkov se llevaba a Amalia a la cocina para terminar su cena.

- Bah - se quejó el hombre de cabello canoso.


Viktor vio la hora en su reloj de muñeca, ya eran las siete, debían salir dentro de la media hora siguiente para completar el itinerario conjunto que habían armado, pero Amalia se rehusaba a comer, la emoción de la llegada de su abuelo era demasiada y comer se había convertido en un obstáculo, le dejaría el desafío a Conway, dejarle más tareas era algo que disfrutaba, era una especie de venganza sana por los disgustos que alguna vez le había hecho pasar.

- El gato debe comer antes de las 8, a las 9 máximo Amalia debe estar en cama, Mateo puede quedarse un tiempo más, pero se irá a dormir a la hora que le digas, Amalia no puede comer nada más si no termina de cenar... - le instruía Volkov al superintendente retirado, quien lo miraba con expresión irritada y malhumorada.

- Si, si, me lo repites cada vez que los cuido - le contestaba Conway con la esperanza de que se fueran rápido.

- Se nos hace tarde - le susurró Horacio al ruso para sacarlo de su eterna lista de órdenes y salir de una vez por todas.

Hace mucho no tenían una cita de verdad y quería aprovechar la noche lo más posible; su primera parada en la lista era el planetario, tenían un hermoso evento de proyección a las 8, y el observar las estrellas junto al ruso le parecía un panorama interesante, a las 9:30 tenían una reservación en un restaurante elegido por Volkov y por ultimo, si les quedaba tiempo, darían un pequeño paseo a pie alrededor del barrio antes de volver a casa, era algo simple, pero Horacio estaba muy emocionado.

Se despidieron varias veces más, hasta que el mayor cerró la puerta casi a la fuerza tras de ellos, no necesitaba más rodeos ni quería gritarles frente a los niños, era extraño, jamás pensó que volvería a sentirse así, parte de una familia, aun cuando no fuera exactamente la suya.

En cuanto ambos hombres atravesaron el portón de fierro montados en su vehículo, el hombre retirado dio media vuelta y se enderezó de manera autoritaria.

- Me dijeron que un soldado no quería comer... - comenzó buscando con la mirada a la pequeña que amaba jugar a los militares con su abuelo.


Subieron por las colinas de Vinewood hasta llegar a la más alta, donde se situaba el planetario de la ciudad, era una estructura semiesférica de color crema con una abertura rectangular en el techo, solía ser un observatorio, pero la falta de dinero provocó que las instalaciones cerrarán, sin embargo, el edificio se reutilizó en algo que pudiera enseñarle a la población sobre espacio y las estrellas aunque no pudieran verlas a través de un telescopio, el lugar no era muy grande y no había mucha gente, lo cual lo volvía mas perfecto todavía. La entrada era por un pasillo techado de cristal, que tenía a los costados una escultura para cada planeta del sistema solar, con una mención especial de Plutón. La iluminación era tenue y surgía especialmente desde detrás de estas estructuras, a excepción del conjunto de bombillas de estilo Edison que colgaban del techo de cristal a distintas alturas para imitar un cielo estrellado. Volkov no podía dejar de admirar la iluminación del techo bajo la oscuridad del cielo nocturno, mientras que Horacio veía los planetas aferrado firmemente al brazo de su esposo, entraron juntos al edificio principal y siguieron la alfombra roja que los debía guiar a la atracción principal. Caminaron por un estrecho pasillo hasta llegar a una gran habitación abierta de forma circular donde se supone debía estar el telescopio del ex-observatorio, pero en su lugar había un proyector con forma de dodecaedro; una barandilla de color negro los separaba de éste y los limitaba a un amplio pasillo que se convertía en filas de asientos conforme se alejaban del centro de la habitación. Para ese espectáculo en específico no era necesario estar sentados, pues uno mismo debía recorrer toda la circunferencia del lugar con los ojos en las paredes y el techo, sonaba como algo muy romántico, por eso el lugar contenía casi exclusivamente parejas, cada una envuelto en su propio mundo, sin importarles en lo más mínimo quién más estaba ahí. El reloj dio las 8 en punto y las luces de la habitación se apagaron, de las bocinas camufladas en las paredes comenzó a surgir música clásica suave y finalmente, el proyector en el centro de la habitación se encendió, llenando el techo y parte de las paredes de astros y constelaciones que brillaban claras y hermosas en la oscuridad, estas no tardaron en comenzar a girar lentamente, viajando por la habitación acompañadas del dulce piano de la música, Horacio se quedó sin aliento, era realmente hermoso, no podía dejar de observar la habitación, descubriendo nuevas constelaciones mientras tomaba fuertemente la mano de su amado. Ver la emoción del moreno era suficiente para el ruso, pero no podía negar que la vista y la ambientación era perfecta, de cierta forma creía que el planetario merecía más reconocimiento, pero el pensamiento de que ese lugar podía ser un secreto para ambos también se acomodaba en su corazón. Con el pulgar acarició la mano que tomaba la suya firmemente, llamando inmediatamente la atención del de la cresta con un sobresalto, estaba tan ensimismado en la belleza que lo rodeaba que se había olvidado de la que tomaba su mano, Horacio le sonrió ampliamente y acercó su cuerpo al suyo, a lo que Volkov deslizó suavemente una mano alrededor su cintura, quería tenerlo más cerca, sabía que estaban en público, pero nadie los veía realmente, podía darse el lujo de observar el artificial cielo estrellado abrazado al cuerpo de su pareja como todo el resto lo hacía. En respuesta, Horacio se acurrucó en el cuerpo de su amado mientras las mariposas invadían su estómago, no importaba cuánto tiempo pasara, eso no iba a cambiar, siempre lograba que las mariposas aparecieran una y otra vez, cualquiera diría que era una maldición, pero no era más que la prueba de que seguía locamente enamorado. Le señaló una por una las sus constelaciones favoritas mientras estas viajaban por el techo del edificio, dieron un par de vueltas mientras hablaban de la hermosa exhibición de los planetas en la entrada, y se sentaron uno al lado del otro en las butacas más cercanas a la pared, observando en silencio como el proyector giraba y grababa aquellas luces en sus retinas.

Used to You - Volkacio AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora