VI

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La sensación de quedarse sin aire debajo del agua no era mucho mejor que la de tener un puñado de pétalos pugnando por salir de su garganta. O al menos eso fue lo que Zhongli pensó mientras la corriente de agua le arrastraba hacia abajo. Por supuesto, algo tan simple como caer al agua desde una gran altura y quedarse un buen rato bajo las aguas no era algo que fuera a matar al antiguo arconte Geo, sin embargo, dado que Hu Tao, una mortal, había caído junto a él no pudo evitar que un halo de preocupación le sacudiera.

Cuando consiguió abrir los ojos y miró a su alrededor apenas pudo apreciar nada de lo que allí había. Debido al mal tiempo las ya de por si oscuras aguas estaban turbias y agitadas, su cuerpo se bamboleaba al ritmo del flujo de la corriente por lo que no tenía muchas opciones para moverse. Estaba a punto de darse por vencido en la búsqueda de la directora cuando, de repente, sintió como un delgado pero musculoso brazo se cernía sobre su cintura y tiraba con fuerza de él hacía arriba.

Ni siquiera tuvo que alzar la mirada para saber de quien se trataba.

Zhongli agradeció el aire que de nuevo circuló por su sistema respiratorio en cuanto su rostro rompió el agua al salir. Inesperadamente, se encontró a sí mismo escupiendo entre tos y tos una gran cantidad de líquido que había tragado al caer al agua en primer lugar.

—¿Estás bien? —la voz de Xiao sonaba ansiosa. Zhongli asintió débilmente al mismo tiempo que un sentimiento de frustración le sacudía de arriba abajo. Empezaba a estar harto de que todo el mundo le hiciera esa pregunta. Más pronto que tarde iba a tener que hablar seriamente con Xiao sobre quién era realmente. Después de todo, ¿por qué iba a estar el adeptus nervioso sino fuera porque seguía creyendo que era un débil mortal?

Más la perspectiva de aquella conversación hizo que sus piernas se sintieran flojas de repente por lo que permitió que el conquistador de demonios le ayudara a llegar a la plataforma en medio de la laguna. Lumine, Paimon y Hu Tao estaban ya allí, caladas hasta los huesos, aunque la pequeña hada flotante solo estuviera empapada por la lluvia y no por el chapuzón que las otras dos se habían dado. Por lo visto, había sido Lumine quien había sacado a Hu Tao del agua mientras Xiao le buscaba a él.

—¿Alguno está herido? —escuchó preguntar a Lumine.

—Por mi parte estoy entera —respondió la directora alzando ambos brazos hacia ella. La viajera negó con la cabeza y se llevó la mano derecha hacia su entrecejo para frotar la unión.

—Siento que he envejecido dos siglos —murmuró ella.

—A todo esto, ¿dónde hemos acabado? —inquirió Hu Tao. Zhongli miró a su alrededor para buscar un punto de referencia. Había altas montañas con pequeñas cascadas a su alrededor. En un determinado punto se abría una gruta por la que quizá podrían atravesar la montaña para volver por dónde habían venido, sin embargo, nada de eso le hacía poder responder a la pregunta de Hu Tao. Después del chapuzón su sentido de la orientación estaba desubicado por lo que no estaba seguro de en cual dirección quedaba la colina Wuwang.

—Oye Lumine... —llamó repentinamente Paimon—. ¿Está no es la guarida de esa cosa...?

—¿Qué cosa? —preguntó Xiao. Su ceño se frunció ante la perspectiva de una posible amenaza.

Lumine no pareció escucharle, simplemente empezó a mirar a su alrededor y luego hacía la piedra que les sostenía en medio del agua.

—Oh, mierda —se la escuchó murmurar en un tono de voz muy bajo antes de que un fuerte estallido les hiciera tambalearse y acabar aún más empapados debido al agua que levantó la criatura que repentinamente acababa de surgir de entre las aguas. Frente a ellos, una especie de gigantesco monstruo de color azul y blanco se elevó en el aire antes de girarse para encararles y emitir un fuerte chillido que reverberó en sus huesos.

Boca de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora