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I had to fall to lose it all

But in the end that It dosn't even matter

In the end; Linkin Park.

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La primera vez que Morax escuchó hablar de la enfermedad no le dio mayor importancia. Era uno de los tantos males que aquejaban a la humanidad, una desdicha en la que él, que se dedicaba más a la protección que a la sanación, poco tenía que hacer. En aquellos tiempos estaba demasiado ocupado lidiando con la sed de poder de otros dioses como para preocuparse por algo tan trivial como una enfermedad mortal.

La primera vez que Morax tuvo un contacto directo con la enfermedad fue para descubrir que no se trataba de solo una enfermedad mortal. También afectaba a los adeptus e incluso, si los rumores eran ciertos, a los arcontes. Morax, que por entonces tenía la salud de un roble dirigió su preocupación a la única persona con la que en aquel entonces compartía un estrecho vínculo.

La risa de Guizhong resonó por la llanura con tanta claridad que Morax ni siquiera tuvo el valor para sentirse ofendido por la burla implícita en la misma.

—¿Realmente crees que yo podría contraer la hanahaki? —preguntó finalmente la mujer cuando los espasmos provocados por la risa cesaron.

—¿Acaso ese joven adeptus que estaba hablando contigo hace escasas horas no la padecía? Estaba delante de ti cuando te llenó de flores —le recordó el arconte.

—Oh, Rex Lapis, eso ha sido realmente desafortunado de presenciar —suspiró—. De verdad que no sabes nada de las cosas más mundanas. En realidad, debería ser yo la que estuviese preocupada por ti —sentenció la mujer mientras ponía los ojos en blanco. Dio un par de pequeños golpes en el suelo a su lado y esperó pacientemente a que su viejo amigo se sentase dónde le había indicado.

—No recuerdo la última vez que estuve enfermo —dijo el arconte, aunque en realidad en su mente lo único que podía pensar era en si había enfermado si quiera alguna vez.

—Ah, pero es que esta no es una enfermedad del cuerpo, mi querido amigo, sino de la mente —explicó la mujer. Sus manos, que estaban tan curtidas en la batalla como las del propio Morax se dedicaron a acariciar su larga cabellera mientras contemplaba el horizonte, pensativa—. Una enfermedad de la mente que afecta al cuerpo, de hecho —aclaró.

—Puede que carezca de tu entendimiento sobre los mortales, pero eso no significa que mi mente sea débil —había replicado Morax haciendo que Guizhong volviera a reír. Esta vez más suavemente.

—Ah, niño tonto, no se trata de eso. No se trata de debilidad o fortaleza mental, se trata de cabezonería —se burló la diosa—. Y tu mente es tan dura como una roca.

—Ahora si que te estás riendo de mí.

—Por supuesto, mi querido Rex Lapis. Oh, vamos, no te levantes, está bien, está bien, te lo explicaré —Guizhong le agarró del borde de su capa y le obligó a volver de nuevo al suelo—. Para mi es imposible contraer una enfermedad que solo aquellos que se lo guardan todo para si contraen, ¿entiendes? Sabes que soy una persona que siempre dice lo que siente ya sea bueno o malo.

—¿Qué te hace pensar que yo soy diferente? Siempre digo las cosas tal cual las pienso.

—Mentiroso. Eres demasiado gentil. Cambias de tema cuando se adentra en aguas pantanosas y aunque dices lo que piensas nunca dices lo que sientes —sentenció Guizhong. Gentil. Era definitivamente un adjetivo con el que los habitantes de la zona no describirían a su arconte o al menos eso fue lo que pensó Morax en aquel momento—. Por suerte para ti, eres demasiado ajeno a tus propios sentimientos como para que realmente me preocupe que enfermes y empieces a escupir lirios de cristal por tus arenosos labios.

Boca de dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora