© CAPÍTULO SEIS.

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EN LOS ÚLTIMOS DÍAS EUNBI NO HABÍA HABLANDO con Ji-pyeong, se centraba más en su nueva tecnología, así que prefirió tomarse un tiempo para su empresa.

Recientemente había salido para comprarles bebidas a sus amigos, habían trabajado muy duro así que sería algo bueno para ellos.

Pasó al lado de Do-san y vió como Chul-san iba para el lado contrario, ellos intercambiaron unas palabras, se notaba que el anterior nombrado estaba enojado, por lo que casi corrió a su respectiva oficina.

— ¿Que no toque la leche? ¿y que si la toco?— desafío Chul-san.

Ambos estaban por adentrarse al elevador, cuando una explosión se escuchó por todo el pasillo. Se miraron al mismo tiempo por instinto y corrieron a dónde se encontraba el Lee.

—¡Chul-san, no!

Corrieron como si su vida dependiera de ello, Eunbi miro como su amigo estaba rodeado de leche y se tapa los ojos, gritaba pidiendo ayuda.

—¡No, Chul-san! Estamos aquí, tranquilo, tranquilo.— Trato de tranquilizarlo la peliazul. Tomo su vestido por la parte inferior y limpio los ojos del chico con sumo cuidado.— Do-san cargalo y corre.— dijo y el mayor hizo lo que le pidió, salieron con rapidez de la oficina, Eunbi se tapaba la nariz intentando no vomitar debido al olor de la leche caducada.

En el camino al ascensor se encontraron con el otro San que faltaba.

—¡Yong-san, el ascensor!— pidió señalando al final del pasillo, el chico presionó repetidas veces el botón para que se abrieran las puertas, tal como le indico la única mujer.

Los cuatro llegaron corriendo al hospital, estaban entrando en pánico aunque no sea algo tan grave. Dejaron que una enfermera se llevará a su amigo y ellos se quedaron afuera, con sus orejas pegadas a la puerta, escuchando todo lo que decían ahí dentro.

—¡Yong-san!— chilló la menor, acercándose a su amigo para abrazarlo, ambos se quedaron en esa posición mientras soltaban sollozos.

—Doctor...¿me voy a quedar ciego?— pregunto Chul-san dentro del consultorio.— no puedo, lo último que ví fueron las caras de decepción de mis amigos, ¡La cara triste de mi amiga, doctor!, n-no puedo quedarme ciego.— siguió pidiendo mientras lloraba. Él se insultaba a si mismo, los tres detrás de la puerta escucharon todo y no pudieron evitar chillar más.

—¡Te perdonamos, amigo! ¡Eunbi también te perdona!— dijo Do-san, la chica asintió recargando su cabeza en la puerta, se encontraban hincados.

—¡Sí! Solo abre los ojos.

Eunbi aún se encontraba aferrada al de camisa de cuadros, esperando a que su amigo de una señal.

—¡Es un milagro!

El exclamó que dió el afectado fue suficiente para que Do-san abriera la puerta inmediatamente, gritaron y gatearon hasta llegar a su amigo.

—¿Seguro que estoy viendo? ¿no estoy imaginando? ¡Eunbi, estás aquí!— grito Chul-san, los cuatro formaron un círculo, ignorando las miradas curiosas de todos los presentes.

—Muchas gracias, doctor. Muchas gracias.— dijeron los cuatro al mismo tiempo, haciendo varias reverencias.

Habían hecho un gran drama solo por algo que no fue tan grave, pero solo eran unos niños asustados.

—¡Usted es un verdadero experto! ¡I love you!

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— Lamento todas las cosas hirientes que les dije, amigos.— se disculpo Chul-san con los tres, Eunbi solo asintió y suspiro.

—Lamento haberles robado su idea.

—Nosotros lamentamos quitarte el puesto de directora.

—Tratemos de olvidar todo eso, no es bueno para mí salud mental.— bromeó la peliazul, causándoles risas al trío de amigos.— Aunque hay que empezar desde cero, por ahora solo somos simples conocidos y compañeros de trabajo.

Se despidió de todos y siguió su camino hacia su oficina, tenía un proyecto por hacer y necesitaba tener toda la concentración del mundo.

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Mientras que Eunbi pasaba la mayoría de su tiempo libre con el Señor Han, todos notaban como el susodicho se veía mucho más alegre de lo normal, la menor solía ir a la oficina de Ji-pyeong, para contarle su día, le llevaba de vez en cuando un poco de café o comida, él hacía lo mismo, pero a diferencia de ella; él lo hacía todos los días, a la misma hora y siendo puntual.

La mayoría se acostumbro a las pequeñas muestras de afecto que se daban e incluso se sentían felices de la pareja haya encontrado a alguien que les alegrará los días.

La chica no sabía exactamente a dónde se dirigían, Han simplemente la arrastró hacia su auto y condujo hasta llegar frente a Dal-mi.

—¿Qué hacemos aquí?— le preguntó sacando la mitad de su cuerpo por la ventana y sentándose en el hueco que había en la puerta del auto, la ventana estaba abajo, por lo que no tuvo ningún problema. Recargo sus brazos en el techo del carro, mirando a el chico y después a la señorita Seo.

Ninguno contesto, así que la menor decidió salir por completo del automóvil, tomo sus pertenencias y camino lejos de ahí.

—Mi casa se encuentra muy lejos de aquí, así que si me disculpan; tengo que irme.— caminó hacia la parada de autobuses, al no escuchar ninguna negación por el hombre el cual la había llevado ahí, pensó que tal vez tenía algo más importante que hacer así que no quiso interrumpir. Su cabecita pensó que debía ser algo relacionado con la empresa, ya que el mayor era su mentor, por lo que no se preocupo demasiado.

Han Ji-pyeong por fin salió de su trance, busco a la pequeña peliazul por todos lados y se asustó al no verla.

—Dijo que su casa estaba lejos y después se fue.— explicó Dal-mi, dejando al mayor sintiéndose culpable, pero ese sentimiento se desvaneció cuando su celular marco en la pantalla el nombre de Eunbi.

Él contesto la llamada, intercambiaron unas cuantas palabras y cuando colgaron el de traje azul no pudo contener la sonrisa que se formó en su rostro.

𝐌ASTER𝐌IND.  ❬ han ji-pyeong ❭ Onde histórias criam vida. Descubra agora