II

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Perder su gnosis no había convertido a Zhongli en un mortal. Para empezar, uno no podía simplemente volverse un humano cuando nunca antes lo había sido. Que pudiera adoptar esa forma era simplemente debido a su poder. Oh, por supuesto, la perdida de la gnosis había tenido consecuencias mermando sus capacidades hasta convertirlo es algo mucho más mundano. De hecho, se preguntaba si podría siquiera cambiar fácilmente entre su forma original y la actual a placer (no iba a intentarlo todavía, solo por si acaso).

Pero Zhongli no era humano por mucho que exteriormente lo pareciera, por mucho que se hubiera adentrado en esa piel para comprenderlos y, por lo tanto, poseía poderes que ningún mortal podría simular.

Por eso mismo se dio cuenta de que alguien le seguía desde hacía días. La merma de sus poderes, sin embargo, le impedía averiguar de quien se trataba cosa que le hacía sentirse insultantemente frustrado y pletórico al mismo tiempo. Porque esos pequeños detalles le hacían comprender mejor su pasado y su presente. La manera en la que los humanos se habían congregado a su alrededor en busca de protección se debía, precisamente, a que ellos mismos eran incapaces de defenderse por si solos en aquellos tiempos.

Las cosas habían cambiado.

Liyue había cambiado.

Él también.

Suponía que si la persona que le seguía fuera una amenaza ya se habría revelado hacía tiempo, después de todo, Zhongli era una persona que tendía a aislarse inconscientemente de los demás cuando las cosas se tornaban demasiado humanas. Que quisiera entenderlos no quería decir que quisiera meterse de lleno en su ambiente de golpe. Dar pequeños pasos e ir comprendiendo las cosas poco a poco era algo que le parecía más adecuado. Además, se había quedado a solas fuera de la ciudad las suficientes veces como para haber sido atacado por lo menos ya diez veces, sin embargo, cada vez que giraba su rostro en dirección a la presencia que le perseguía esta se desvanecía como si nunca hubiera estado allí en primer lugar.

Ya fuera en los tejados de Liyue o en las sombras de los árboles de la llanura Guili era incapaz de captar un atisbo de dicho ente.

—¡Señor Zhongli! —los chillidos de los niños que correteaban y jugaban en la calle comercial y que apenas fueron captados de fondo por su oído no impidieron que girase su rostro en dirección al llamado solo para toparse de lleno con la viajera. La mujer tenía tantas bolsas entre sus brazos que era un milagro que no se le hubiera desparramado todo por el suelo. Una sonrisa tranquila surcó los labios del hombre mientras caminaba en la dirección de la misma solo para agarrar una de las pesadas bolsas sin ni siquiera preguntar.

—Será mejor que te ayude a llevar algunas cosas antes de que te tropieces por no poder ver por dónde vas —regañó con voz suave a lo que Lumine solo acertó a reír nerviosamente.

—Perdón. Es que entre una cosa u otra acabé prometiendo a demasiada gente que la ayudaría —se excusó la viajera.

—Eres demasiado amable.

—Podría decir lo mismo de ti. ¡Ah! Pero no hace falta que me acompañes todo el tiempo. Tengo que llevar esto a la posada Wangshu y el camino es demasiado largo. El cocinero Yanxiao se ha quedado sin ingredientes.

—Nunca tiene ingredientes, no sé cómo sobrevive el negocio —se quejó Paimon que había permanecido en silencio hasta ese momento.

Zhongli notó inmediatamente que algo andaba mal cuando ninguna de las dos mujeres se atrevió a mirarle directamente durante más de un par de segundos antes de desviar la mirada (al menos la otra presencia parecía haberse desvanecido por lo que solo tenía que lidiar con un problema y no con dos). De hecho, Lumine casi parecía estar arrepentida de haberle saludado en primer lugar.

Boca de dragónWhere stories live. Discover now