366 días ✔

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Invierno, 2018

Recuerdo muy bien ese día en que cerraba la cafetería junto a Orange. Yo lo observe con detenimiento, mientras él en su mundo silbaba y acomodaba las sillas.

—¿Por qué siempre estás tan...? —Me miró sin comprender a que me refería ni yo estaba seguro de qué era lo que me resultaba tan raro.

—¿Tranquilo? ¿Feliz? ¿Enérgico? ¿Guapo?

—Eso —señale a mitad de su frase.

—Bueno, tomo mucha agua, siempre me gusto salir a caminar, también debe ser la genética. Todos siempre dicen que me parezco mucho a mi abuelo de joven.

—¿Qué? No. Siempre estás tan feliz. ¿Por qué? —Por una vez, yo era el que le hacía preguntas.

—Sería preocupante si no lo estuviera ¿no crees? —Me dejó mudo, no podía replicar contra ello—. Pero no te engañes, no siempre, siempre estoy feliz, también tengo mis momentos nulos. Solo trato de disfrutar las cosas más simples, por ejemplo: esta conversación contigo —me sonrió.

Años después, entendería cuánta razón tenía.

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