( ↑ )Capítulo 1: La aparición de bigotes.

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Ánica es una chica muy particular, de gran belleza y carisma...pero sobre todo, una joven de campo.

Su cabello largo, ojos grandes y brillantes cual estrellas, nariz pequeña como la de un botón, una tez tan clara como la vainilla y un cuerpo bien formado eran lo que causaba esa conmoción entre las chicas casaderas de la región.

—Papi, ¿por qué Ánica Dilton es más bonita? no es justo —murmuraba una chica al lado del maizal.

—¿De qué hablas cariño? eres preciosa.

Los padres amaban a sus hijas, era un hecho universal. O tal vez...no. Lo verdaderamente seguro era que para hacer pasar desapercibida la envidia hacia Ánica, usaban el más verídico y sólido argumento que se les ocurría. Que era lo que se llamaba "una chica rara".

¿Por qué? pues, en el pueblo dónde vivía con sus padres Ánica era bien reconocida por sus variadas cualidades, ella siempre ha preferido la vida de campo.

Cortar la leña, cosechar el trigo y vigilar los sembradíos eran unas de las pocas cosas que Ánica disfrutaba. Sin embargo, esas eran tareas que no todo el mundo designaba a señoritas. Dando crédito al hecho de que era rara.

Es una de esas niñas que a la hora de la comida prefiere estar en su cuarto a solas dibujando o leyendo su libro favorito. ¿Y qué decir de cuando es la hora de dormir? para ahorrar agua se baña en el río cerca de su casa y regresa a cambiarse a toda velocidad, una vez terminada su última sesión de lectura, tiene dulces sueños hasta el siguiente día.

Es una chica obediente, de pocas palabras y buena con los niñosmuy querida por cada uno de sus 18 hermanos menores que le ayudaban en todo lo anterior mencionado en la granja (las familias del pueblo eran numerosas, pero los Dilton tenían un verdadero problema. NO HABÍA TELEVISIÓN EN CASA). No suele tener problemas con su madre. De hecho, ella la recibe con mucho amor al llegar, preparando sus comidas favoritas y preguntándole como estuvo su día en el campo.

—Mi niña que bueno que has regresado, estaba preocupada —decía la Señora Dilton en un tono de voz bajo y áspero.

—Oh mamá, no te imaginas cuanto te extrañé...¡hice muchas cosas hoy!  —dicho esto, toda la paja en el cabello de Ánica cayó al piso.

Sí, sin duda Ánica es una chica con una vida perfecta, pareciera que viviera sin ninguna preocupación que no sea la enfermedad de su madre y ella misma. 

¿Pero...siempre hay algo podrido verdad?

Una noche de desvelo, su padre, quien era un hombre tacaño y de poco afecto tocó la puerta de su habitación. Algo poco habitual en él, siempre entraba sin avisar.

—Tienes que empacar tus cosas —dijo con un tono serio y seco el Señor Dilton.

—Buenas noches, padre. ¿Cómo te va?—apenas volteó, ajustó sus gafas y lo miró con recelo.

—No me hagas rabiar, ¿quieres, Ánica?

—Oh, lo lamento padre, ¡quizás debo de ser un poco más considerada con el hombre que ha despilfarrado todo el dinero de mi parcela de trigo en alcohol!

—¿¡De qué rayos me hablas ahora?!

—Oh, ahora te haces el que no sabe nada, ¡tan típico de ti!

Sí, se lo que van a decir. ¿Qué pasó con la niña perfecta y educada que conocimos hace unos párrafos? Pues, eso acababa cada vez que Ánica encaraba a su padre por su tan mala administración con los bienes familiares.

Aquel gato y el SADISTA (Reiji Sakamaki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora