◊Introducción◊

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Esa noche tenía un gran aspecto, y no lo digo porque a estas alturas quiera adornar el que yo fuera el principal implicado en lo que sería la peor inversión de mi vida.

En ese entonces solo pensaba en una cosa, llegar a un acuerdo beneficioso con un vulgar granjero que con el chasquear de mis dedos vendería su alma al diablo (incluso por una mazorca tierna de maíz).

La luna llena hizo su aparición; y justo cuando la oscuridad se apoderaba de lo que ahora solo podría ser un campo lleno de espigas de trigo, el sonido que produjeron era tan suave y relajante que empezaba a sentir envidia de toda la gente que vivía cerca de ese lugar.

El granjero no tardó en escupir sus estúpidas y habituales preguntas. No sabía a que quería llegar, sabía perfectamente la clase de escoria humana que era.

—¿Dices que eres una clase de científico?

El hombre de aspecto campirano estaba recargado en una pala mientras yo con mis ademanes  intentaba portarme lo más educado posible (por más que quisiera arrancarle la cabeza tenía que mantener la mía muy fría).

—Ciertamente soy científico Señor Dilton, no suelo salir de mi hogar a tan altas horas de la noche pero supongo que usted puede comprender que el asunto es de suma importancia para mí.

Dilton. Ese era el apellido del sujeto que había estado viviendo en la granja que pisaban mis zapatos desde hace mucho tiempo. Sabía sobre su situación económica y cada una de las cuentas que tenía que pagar al banco del pueblo, podría sonar un poco obsesivo pero, viéndolo bien y desde un ángulo no acusatorio le convenía aceptar mis términos.

—Si yo accedo a esto, ¿mi familia podrá quedarse en la granja? —suspiró rascando su cabeza por debajo de su sombrero de paja.

—Absolutamente Señor Dilton, toda deuda con el banco y la hipoteca de la casa será saldada por mí.

—No lo sé, esque esto me parece tan extraño que...

No había terminado de hablar cuando yo le mostré una sonrisa cálida y mis ojos cerrados.

—Estoy dispuesto a darle un pequeño anticipo a cambio de que esto se agilice sin necesidad de trámites legales.

Y así, con labia habitual y bien heredada le extendí mi mano con una bolsa llena de monedas al Señor Dilton, gustosamente aceptó mi oferta.

—¿A quién debo agradecerle este milagro? —el viejo apenas podía quitarle la vista a las monedas relucientes.

Mi nombre es Reiji Sakamaki, señor.

—En ese caso le tomo la palabra totalmente, su encargo estará listo lo antes posible.

Estaba impaciente, llevaba varias noches viniendo así a la granja a la misma hora, esta sería la noche definitiva en la que mi encargo estaría listo.

—¿Le molestaría que fuera mañana mismo en la noche?.

Cuente con ello...

El muy imbécil solo miraba el dinero como si se tratara de un trozo de carne.

—Hasta entonces, fue un placer hacer negocios con usted Señor Dilton.

Me di media vuelta, subí a la limusina que me había traído y observé la luna llena en el trayecto de regreso hacia la mansión.

—Será mejor que nos apresuremos, está empezando a amanecer.

El chofer me escuchó y como si de magia se tratara...aceleró rápidamente.

Muchas cosas fueron las que me llevaron a la granja esa noche. Tenía un plan muy elaborado, el plan que me llevaría a ser la cabeza de la familia, no podía retrasarse más.

¿Qué si funcionó? 

Bueno, preferiría que lo averiguaras tu mism@.

Aquel gato y el SADISTA (Reiji Sakamaki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora