59. Un corazón pa' dar amor

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ESTA PERSONA????? UN ASESINATO??
natalia por favor

oye qué vergüenza deja eso

vergüenza por??
si mira qué cara
mira qué cara que te como cómo vas a tener esa carita

JAJA
vergüenza por esto precisamente albi

menuda gilipollez
si sales
preciosa
con cara de ser incapaz de asesinar a nadie
con cara de guapísima
y con cara de que te eche ya de menos aunque nos acabamos de despedir

y con cara de estar poniéndole los cuernos a mi marido que no existe contigo no???

JAJAJAJAJAJAJAJA exacto con esa cara

dios es que qué vergüenza alba
oye viene el metro ya te dejo

me dejas??

por supuesto por hacerme esas cosas en público

igual me lo merezco

claro que te lo mereces

te quiero

YO A TI NO PORQUE ME HACES PASARLO MAL

JAJAJAJAJA

Natalia sacudió la cabeza en un intento de borrar la sonrisa tonta de su cara y guardó el móvil en el bolsillo para entrar al vagón. Por mucha vergüenza que hubiera pasado y por muy payasa que fuera la pediatra haciendo algo como eso, era su payasa al fin y al cabo, e igual que no podía no quererla cuando se ponía a inventarse un musical en medio de un supermercado, tampoco podía no hacerlo cuando hacía pensar a la gente que eran amantes.




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Alba llegó a casa bien pasadas las tres de la tarde. Después de despedirse de Natalia en el metro, sacó sus auriculares y caminó hasta otro andén sin mirar a qué línea correspondía, igual que no miró a qué parada llegaban cuando decidió que llevaba suficiente tiempo ahí dentro y salió a la superficie. Se dio cuenta mientras caminaba sin rumbo de que había echado de menos esos paseos con el volumen de la música tan alto que cuando perdiese capacidad auditiva no iba a sorprenderle en absoluto, pero que era su manera favorita de escucharla. Si un día acababa mudándose a una casa de campo en un pueblo con doscientos habitantes, probablemente no le importaría en absoluto; pero también le veía sus ventajas a eso de vivir en una ciudad tan grande. Y una de esas ventajas era precisamente lo difícil que era conocerla entera, por no decir casi imposible. Eso le permitía acabar en un barrio de la capital distinto cada vez que paseaba de esa manera y poder perderse de verdad entre las calles, sin tener ni la menor idea de hacia dónde estaba yendo. La pediatra le veía su magia a dejarse llevar por puro instinto y sin fijarse en nada, sin planes establecidos, sin un objetivo. Bueno, con uno solo: estar con ella misma y con su música favorita durante un buen rato. Ese día acabó en Coslada y descubrió una floristería de las de barrio, de las que bajo un toldo verde sacan la mitad de sus plantas a la calle y llenan la acera de flores coloridas en las que es imposible no fijarse. Compró una maceta pequeñita para su salón, una con flores blancas que le llamó la atención a pesar de no tener mucha idea sobre su cuidado, y siguió paseando con la maceta dentro de su tote bag de tela. Solía comprar así las plantas: si alguna le gustaba por los colores, o por la forma de sus hojas o de su flor, apuntaba su nombre y se la llevaba, y ya en casa investigaría sobre las necesidades de la planta en cuestión para ver si le vendría mejor acabar en la terraza o en lo alto de algún estante de su habitación, o si había que regarla mucho o poco, o si necesitaba huir de la luz directa del sol. Todo eso era algo de lo que se informaba después de haberla comprado, y de momento no le iba mal, porque tenía la terraza convertida en una medio selva y todas las plantas de su casa tenían buen aspecto.

La casa del árbolWhere stories live. Discover now