✯°•Capítulo Seis•°✯

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Dulces Memorias

Por la noches, los páramos se hacían de exuberante belleza. En ellos se podía escuchar el cantar de los insectos, escondidos entre las hierbas que susurraban al moverse del viento; Era un hermoso y tranquilo paisaje nocturno.
     —Aquí es donde venía antes para descansar luego de la cacería -Estrechó contra sí sus piernas y dejó que su largo cabello blanco se moviera libre con el viento—.
     —Jamás había visto un lugar tan bello y tranquilo como este. Es realmente maravilloso -Dijo el muchacho de ojos azules, recorriendo con inquieta vista el lugar-. ¿Por qué dejó de venir?—.
     Un fugaz recuerdo la atravesó.
     —Los humanos se adueñaron del territorio por un tiempo, así tuve que marcharme—.
     —¿Por qué no simplemente los mató?—.
     —No eran el tipo de personas que disfruto comer -Sonrió, animando al chico-. ¿Quieres ir a cazar?—.
      A Hitori nunca le gustó la compañía en los momentos de cacería. Con el único que había ido era Akaza, pero también le parecía contraproducente ir con él, pues solo atacaba a hombres, reduciendo así sus posibles presas.  Sin embargo, la presencia de Enmu no le molestaba en absoluto. De hecho, se sentía mucho mejor estando a su lado.
     —Sería un honor. Me gusta estar a su lado. ¿Podría enseñarme a implementar mis técnicas ya que estamos en ocasión? -Se miraba entusiasmado—.
     —Siempre y cuando puedas seguirme el ritmo...   Está bien—.
     "Me gusta estar a su lado". Aquella frase, por muy pequeña que fuera, hizo que el interior de Hitori ardiera de emoción. Sin embargo, aunque por dentro estaba muy feliz y emocionada, por fuera trataba de mantenerse normal; No podía demostrar todo lo que estaba pensando y sintiendo, ya que, desafortunadamente, su acompañante seguía siendo blanco fácil de Kibutsuji.
     —Aprenderé lo que sea si me enseña usted, Hitori-San—. 
     Ellos tenían técnicas similares; Atacar lugares de fina sociedad a altas horas de la noche para sorprender a los habitantes dormidos.
     Esa noche, sus víctimas fueron una mujer, un hombre y un anciano. Los tres tenían una extraña presencia, pues se sentían como malas personas, así que no hubo remordimiento al momento de devorarlos.
    —¿Cómo es que siente a las personas y demonios, Hitori-San?—.
    —Muchos demonios tenemos ese poder. A través de impulsos corporales, tanto de nosotros como de ellos, podemos saber lo que piensan, cómo son, qué tipo de vida llevan y demás. Es complicado de explicar—.
     —Qué interesante—.
     En aquella casa no quedó más que un montón de huesos rotos y manchas de oscura sangre, marca de la cacería que llevaron los demonios.
     —Amanecerá en pocas horas. Debemos irnos a refugiar -Indicó ella—.
     —Es irritante tener que ocultarse por tanto tiempo—.
     —Resulta tedioso, pero no queda más que hacerlo -Miró fugazmente al pálido demonio-. ¿Sabes...? Hay un lugar interesante donde estaremos a salvo—.
     Tomó por el brazo a Enmu y comenzó a dirigirlo fuera del lugar donde dejaron una sangrienta escena.
     Había una casa donde Hitori permanecía durante algunos días, mientras el sol brillaba. Era segura, pues estaba ubicada en un barrio pobre donde nadie prestaba atención a acontecimientos extraños y no era novedad que hubiera casas abandonadas. Se rumoreaba que antes era un lugar de elegantes viviendas, pero que todo se vino abajo cuando los habitantes comenzaron a  sufrir misteriosos incidentes.
     —Es esta—.
     A pesar de estar maltratada, era una casa grande donde podían permanecer buen rato. Además, estaba pegada a un enorme bosque por el que podrían escapar en caso de una emergencia.
     —Estaremos bien aquí -Dijo Hitori—.
     Ambos se sentaron en el suelo, en medio de la habitación principal. Y no fue hasta ese momento que Hitori se percató de que a partir de la mitad del camino ella había estado tomando fuertemente la mano de Enmu para dirigirlo.
     «Es reconfortante y muy familiar». No estaba pensando bien en el momento, pues no soltó la mano del demonio, solo se quedó encantada, mirando.
     «Se siente nostálgico». Una extraña imagen se pasó por la mente de Hitori; Había una persona de cabello completamente negro y lacio como corriendo frente a ella, tomando su mano fuertemente para que no se separaran.
     «Tamio, tú...   ».
     De pronto, la fija mirada de Enmu trajo a Hitori de vuelta a la realidad. Se percató de lo que estaba haciendo. Entonces supuso que él se había asustado y quería decirle que estaba comportándose extraño, así que trató de soltar la mano del varón, pero fue en ese momento que se dio cuenta de que era él quien ahora la estaba agarrando.
     —Enmu...   -Susurró, confundida—.
     Él miraba fijamente la fina mano de Hitori, mientras la sostenía con una mano y con la otra rosaba su suave piel albina.
     —Yuki—.

Crystal Dreams (Enmu Tamio) Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα