|033| Pizca de esperanza |Part.1|

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Las bolsas que sostenía cayeron al suelo en conjunto con mi zapato que colapso en su rostro. Cerró los ojos en completo trance, estático en la puerta. Tal vez, pasando el mareo o el dolor ocasionado.

Mordí mis uñas esperando su desenlace de insultos o reacción.

—¿Lo... —alargué sin saber que decir. La vergüenza desconocida me invadió. Sonreí sin salvación—... siento?

Bufó fuerte. Sin duda le active el botón de la amargura.

Respiró profundo abriendo sus ojos con lentitud. Recogió la bolsa de compra y una que otras cosas que salieron de ella.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —preguntó distante, enfatizando el 'qué'.

—Puedo ir a donde quiera...

—Es propiedad privada —aclaró con obviedad.

—¿Y...?

Me miró con desvergüenza.

—Y no, deberías de estar aquí —finalizó dirigiéndose a la pequeña y visible cocina. Solo lo separaba de la sala dos largos mesones de mármol.

—Pues, no está la difunta para que me lo diga —recalque. Siendo la más imprudente de la historia.

Rodeo los ojos.

—Sabes perfectamente que no está muerta —argumentó clasificando sobre el mesón las cosas que llevaba en la bolsa.

—Claro... claro —afirmé con sarcasmo, mientras me colocaba de pies—. Por eso llenas su almacén, para que su alma se nutra con tus exquisitos alimentos —bromeé.

Respiro profundo, tanto, que su pecho subió.

Se estaba conteniendo de insultarme.

—¿Estas tomando las píldoras? —evitó el tema.

—Si... —recogí mis pertenencias esparcidas—. Ya debería de irme. Buena manera de echarme.

—White, hablo en serio.

—También yo —dije, sacudiendo el polvo sobre el bolso.

—¿Por lo menos estas comiendo bien? —cuestiono devuelta.

Obviamente no estaba cumpliendo con ninguna de las anteriores. Incluso era notable mi bajo de peso, no a lo extremo, pero si de lo habitual.

—Sí, si, si —mentí con cinismo.

Avance hasta la puerta dispuesta a alejarme de su interrogatorio molesto.

—Quédate a almorzar —pidió.

—No, gracias —introduje la llave en el cilindro—. No quiero estar cuando el alma en pena de Audrey salga por esos pasillos.

Cerré mis puños con nerviosismo cuando sentí su agarre, lo que le atribuí completamente al temor de la posibilidad de convencerme a quedarme junto a él. Sin embargo, ningún tipo de preparación mental existente pudo haberme ayudado para poder afrontar el hecho de que su cálido agarre tiro de mi muñeca desvalijándome por terminado, obligándome a apegarme a la pared a casi ahorcadas en sus piernas.

De un instante a otro barrió con su brazo disponible todo aquello que estuvo en la mesa de mármol aventándolas al suelo, subiéndome a esta. Mi cuerpo parecía un inútil títere, con el control a su provecho.

Manifestaciones de sensaciones me atravesó de pronto. Miedo, adrenalina, nervios, confusión, culpabilidad, ansias, desconcierto, un descontrol total... pero, sobre todo, aquel punto que me envolvía me representaba una extraña sensación de calma, paz. Como si su tacto me suministrara una especie de sedante que bajó mi número de pulsaciones a un punto el que se consideré crítico, mi respiración se detuvo abruptamente y cuando pude detallar bien su rostro y nuestro entorno, un suspiro escapó desde lo más profundo de mis pulmones.

SÉ QUIÉN FUE |Gemelos| JungKookWhere stories live. Discover now