La víspera del partido por la noche, en la sala común de Gryffindor, se abandonaron todas las actividades habituales, incluso Hermione dejó sus libros.

- No puedo trabajar; no me puedo concentrar - dijo nerviosa.

Había mucho ruido. Fred y George Weasley habían reaccionado a la presión alborotando y gritando más que nunca, Oliver Wood estaba encogido en un rincón, encima de una maqueta del campo de quidditch, y con su varita mágica movía figurillas mientras hablaba consigo mismo. Angelina, Alicia y Katie se reían de las gracias de Fred y George. Harry estaba sentado con Draco, Ron y Hermione, algo alejado del barullo, tratando de no pensar en el día siguiente, porque cada vez que lo hacía le acometía la horrible sensación de que algo grande se esforzaba por salir de su estómago.

- Vas a hacer un buen partido - le dijo Hermione, aunque en realidad estaba aterrorizada.

- ¡Tienes una Saeta de Fuego! - dijo Ron.

- Y eres mejor buscador que Gael, además tienen un buen equipo - dijo Draco.

- Sí - admitió Harry.

Fue un alivio cuando Wood, de repente, se puso en pie y gritó:

- ¡Jugadores! ¡A la cama!

Harry no durmió bien. Primero soñó que se había quedado dormido y que Wood gritaba: «¿Dónde te habías metido? ¡Tuvimos que poner a Neville en tu puesto!» Luego soñó que Malfoy y el resto del equipo de Slytherin llegaban al terreno de juego montados en dragones. Volaba a una velocidad de vértigo, tratando de evitar las llamaradas de fuego que salían de la boca de la cabalgadura de Malfoy, cuando se dio cuenta de que había olvidado la Saeta de Fuego. Se cayó en el aire y se despertó con un sobresalto.

Tardó unos segundos en comprender que el partido aún no había empezado, que él estaba metido en la cama, y que al equipo de Slytherin no lo dejarían jugar montado en dragones, tenía mucha sed. Lo más en silencio que pudo, se levantó y fue a servirse un poco de agua de la jarra de plata que había al pie de la ventana.

No sirvió de mucho, pues  Draco si había despertado.

- ¿Estas bien?

- Sólo no podía dormir.

- Ya veo.

Los terrenos del colegio estaban tranquilos y silenciosos. Ni un soplo de viento azotaba la copa de los árboles del bosque prohibido, el sauce boxeador estaba quieto y tenía un aspecto inocente. Las condiciones para el partido parecían perfectas.

Harry dejó el vaso y estaba a punto de volverse a la cama cuando algo le llamó la atención, un animal que no podía distinguir bien rondaba por el plateado césped.

Harry corrió hasta su mesilla, tomo las gafas, se las puso y volvió a la ventana a toda prisa, esperaba que no se tratara del Grim. No en aquel momento, horas antes del partido, Draco se quedo viendo el terreno algo confundido.

Miró los terrenos con detenimiento y tras un minuto de ansiosa búsqueda volvió a verlo, rodeaba el bosque... no era el Grim ni mucho menos: era un gato. Harry se apoyó aliviado en el alféizar de la ventana al reconocer aquella cola de brocha, sólo era Patizambo.

Pero... ¿sólo era Crookshanks? Harry aguzó la vista y pegó la nariz al cristal de la ventana.

- Harry, ¿estas bien? Es solo Crookshanks-  no entendía muy bien el actuar de Harry.

Crookshanks estaba inmóvil. Harry estaba seguro de que había algo más moviéndose en la sombra de los árboles.

Un instante después apareció: un perro negro, peludo y gigante que caminaba con sigilo por el césped, Crookshanks corría a su lado, Harry observó con atención. ¿Qué significaba aquello? Si Crookshanks también veía al perro, ¿cómo podía ser un augurio de la muerte de Harry?

[HIATUS] No elegí Enamorarme  / Drarry HarcoWhere stories live. Discover now