Lauren: ¿Qué es tan gracioso?

Camila: Antes, a los doce años, era la peor en el arte del dibujo. Los trazos de los demás eran considerablemente buenos y los mios… los mios daban asco… Tuve que recibir clases de arte durante cuatro años para que mis dibujos llegaran a ser lo que son ahora. -Relato sonriendo. Se sentía orgullosa de sus logros, así como Lauren al ver aquel cuadro. Tal vez, muy en el interior, la chica de ojos verdes y ella no eran tan diferentes.

Lauren: Mis dibujos siempre han sido buenos -Presumió mirando sus uñas. Camila no se había fijado en ellas antes, pero se sintió completamente sorprendida al darse cuenta de que no lucían tan pulcras como el resto de ella. Estaban mal cortadas, y aun podía ver restos de pintura seca en los bordes de algunas de ellas-. Mi papá quería que estudiara medicina. Mi mamá quería que me ocupara de la empresa… Yo decidí pintar. Papá me perdono fácil, y mamá solo volvió a hablarme cuándo se dio cuenta de que estaba ganando un montón de dinero -¿Interesada? ¿Dónde?-… Los desnudos suelen ser los más solicitados.

Camila: ¿Desnudos? -Pregunto divertida enarcando las cejas.

Lauren: Es divertido. Me da la oportunidad de apreciar la anatomía femenina sin ser llamada pervertida. Lo malo es que las mujeres cobran montones de dinero solo por posar… Los desnudos masculinos, en cambio, son gratis para mi. Solo los seduzco, me acuesto con ellos un par de veces y los desecho cuándo termino de pintarlos…

Camila: Pensé que tu heterosexualidad estaba muerta y que tu amor por las… tu sabes, las… las…

Lauren: Vaginas.

Camila: Exacto… Pensé que tu amor por ellas era indestructible.

Lauren: Lo es -Afirmo con una ronca risa que intento suavizar cubriendo sus labios con un par de sus dedos-, pero lo que hago con ellos es… profesional, Camila. Ellos me prestan su cuerpo, y a cambio yo les presto el mio. Es un trato justo.

Camila: ¿No crees que acabas de sonar como una prostituta barata?

Pero Lauren ignoro su pregunta y dirigió su mirada al mesero, quien comenzaba a depositar los enormes platos de sushi frente a ellas junto a un par de vasos de soda.

XX: ¿Algo más, señoritas? -Pregunto el chico mirando directamente los verdes ojos de Lauren, que se mantenían tan inexpresivos como su rostro.

Lauren: Solo que nos deje hablar en paz, muchas gracias.

Camila rió sutilmente y miro al muchacho, quien se alejaba confundido de la mesa. La chica sabía que Lauren lo había ofendido con el comentario, pero el mesero no pareció darse cuenta de esto hasta que llego a las puertas de la cocina.

Llego a la conclusión de que Lauren era capaz de insultar al propio presidente sin que este lo notara.

Pobre Obama” Pensó “Espero que jamás caiga en las garras de Lauren Jauregui”

Lauren: Mientras comemos tal vez puedas hablarme de como te volviste tatuadora -Sugirió llevándose un rollo de sushi a la boca, masticándolo lentamente y cerrando sus ojos, como queriendo apreciar cada uno de los sabores del alimento. Camila la miro atontada. Incluso comiendo sus movimientos eran delicados y seductores como los de un ángel caído, incitándola al pecado con movimientos repletos de sutileza-. Siento que ya hemos hablado demasiado de mi… Y viendo ese reloj puedo notar que tenemos solo cuarenta y cinco minutos.

Camila: Bien -Acepto tragando su bocado de sushi bruscamente. Ella era distinta a Lauren en ese aspecto. Ella no cerraba los ojos y masticaba con delicadeza, percibiendo cada uno de los sabores, y mucho menos colocaba aquella cara de éxtasis al tragar. Camila solo quería estar lo suficientemente llena de comida como para no desmayarse antes de la hora de la cena-… Todo comenzó cuándo Milika me adopto a los nueve años. Mi hermana menor apenas había comenzado a caminar… Gordon perdió su trabajo ese año, así que Milika y el se vieron obligados a buscar empleos en el periódico y dedicarse a ellos día y noche para que sus hijos tuvieran una buena vida. Eramos once en esos tiempos… Luego Milika adopto a Normani y tuvo a Regina… Las cosas no iban bien, así que tuvimos que ir a escuelas de menor costo y mis hermanos mayores comenzaron a trabajar… Teníamos que usar ropas grandes que habían pertenecido a nuestras hermanas mayores… Y nuestros libros… Debíamos llevarlos en bolsos sucios y agujereados -Se limpio una lágrima cuándo sintió que esta resbalaba por su mejilla. Era duro recordar, pero necesario. Recordar siempre lo es. Te ayuda a saber lo mucho que has logrado, o, tal vez, lo mucho que has perdido.

La Tatuadora de Libélulas |CAMREN|Where stories live. Discover now